jueves, 25 de diciembre de 2008

Inquisición – 1 Galileo – 0

Acabo de terminar el libro que me regaló mi amiga Laura: Galileo, ciencia y religión*. Esta obra del historiador y filósofo español Antonio Beltrán Marí es una recopilación de siete ensayos (dirigidos a otros historiadores) que escribió en la década entre 1990 y 2000. Como su nombre lo indica, aborda dos temas principales: tus estudios sobre la naturaleza, y tus enredos con la Iglesia.

El ensayo que más me gustó se llama “El problema del precepto del 26 de febrero de 1616 a Galileo”. Se trata de un acercamiento muy detallado a un suceso poco comprendido de tu vida: el momento en que el papa Paulo V (a través del cardenal Bellarmino) te hizo una recomendación verbal (que entonces se llamaba admonición) para que no siguieras defendiendo la teoría heliocéntrica de Copernico.

Las órdenes del papa eran que se te hiciera una admonición y, sólo si te resistías, se te leyera ante notario un precepto prohibiendo que escribieras o enseñaras sobre el tema. Por lo visto accediste de inmediato a la recomendación, y sin embargo se te leyó el precepto. Pero este documento, que normalmente lleva las firmas del cardenal y el notario, no las tiene.

Lo que me pareció más interesante del ensayo es su análisis historiográfico, es decir su reflexión acerca de las diversas maneras de escribir historia. Beltrán revisa los documentos existentes para hacernos ver que es muy difícil saber exactamente qué fue lo que pasó ese día. A continuación nos muestra las interpretaciones o reconstrucciones que han hecho algunos historiadores de la ciencia y destaca cuán diferentes son. Tras haber dejado claro que no existe LA respuesta a este enigma, el autor plantea su propia interpretación. ¡Se lee casi como una novela de detectives!

Mientras que tu admonición fue algo personal y discreto, las mismas acusaciones dirigidas entonces a ti llevaron al Santo Oficio a sesionar y publicar lo siguiente:

Proposiciones a censurar

Primera: El Sol es el centro del mundo y completamente inmóvil de movimiento local.
Censura: todos dijeron que esta proposición es estúpida y absurda en filosofía; y formalmente herética puesto que contradice expresamente el sentido de muchos textos de las Sagradas Escrituras, tanto en cuanto al sentido literal de las palabras, como al a interpretación común y al sentir de los Santos Padres y de los doctores de
teología.

Segunda: la Tierra no es el centro del mundo ni está inmóvil, sino que se mueve como un todo y también con movimiento diurno.
Censura: Todos dijeron que esta proposición recibe la misma censura en filosofía y que, en lo concerniente a la verdad teológica, es al menos errónea en la fe.


Además añadieron el libro de Copérnico, Sobre la revolución de los orbes celestes, al Índice de los libros prohibidos. Aunque Beltrán no lo menciona, yo me quedo pensando en el hecho de que pasaron cerca de setenta años entre su publicación y su prohibición. Y es que al inicio sólo lo conocían unos cuantos astrónomos y, aunque la mayoría estaban de acuerdo con sus ideas, ninguno de ellos defendía el sistema heliocéntrico ante un público amplio. Así que, de cierto modo, es gracias a tus escritos y pláticas a favor de Copérnico que prohibieron su libro.


*Beltrán Marí, A. (2001), Galileo, ciencia y religión, Paidós, Barcelona.

martes, 23 de diciembre de 2008

El cutis de la Luna

Hace algunas semanas conocí a Bef un monero y escritor mexicano. Quizás lo más parecido a un monero en tu época habrán sido los artistas que diseñaban las fastuosas alegorías para las celebraciones de los príncipes. Pero no es exactamente lo mismo, pues los de hoy cuentan historias con dibujos y no objetos.

Con Bef platiqué sobre tu trabajo y le mostré los grabados de la Luna que aparecen en Sidereus Nuncius. Le llamó especialmente la atención éste, y me preguntó qué dijiste acerca del cráter que aparece en el centro (un poco abajo). Le expliqué que no usaste el término cráter, que hablabas de un valle circular, y entonces me hizo una muy buena pregunta: ¿desde cuándo sabemos que las depresiones circulares que aparecen sobre la superficie de la Luna son cráteres de impacto?

Finalmente hoy tuve un rato para buscar la respuesta a su pregunta. Comencé, como hago a menudo, por buscar el tema en el gran libro de Carl Sagan, Cosmos*. Ahí se explica muy bien lo que se sabe en la actualidad, pero no viene nada de cómo lo llegamos a saber, que es la parte más interesante.

Decidí irme para atrás hasta poco después de tu muerte y seguirle la pista al tema de la rugosa superficie lunar. Para empezar, acudí a otro de mis caballitos de batalla, Teorías del Universo*, y ahí encontré que en 1647 se publicó un libro llamado Selenographia, del astrónomo polaco Jan Hevelius.

Como contaba con telescopios bastante más potentes que los tuyos, podía ver mucho más detalle de nuestro satélite. Además, al igual que tú, sabía dibujar muy bien, así que él mismo hizo los dibujos y luego los grabados que aparecen en este libro. Su objetivo era obtener los mejores mapas o cartas de la Luna. Del mismo modo en que lo hiciste tú, comparó lo que veía allá con lo que conocía acá y les puso nombres a las montañas, valles y mares. Pero él tampoco utilizó la palabra cráter.


Al parecer, la respuesta a la pregunta de Bef nos va a llevar todavía un rato. Espero que tanto tú como él tengan paciencia y piensen en esto como una Ítaca. ¿Quién sabe lo que nos encontraremos en el camino!

*Sagan, C. (2004), Cosmos, Planeta, Madrid.

Rioja, A. y J. Ordóñez (1999), Teorías del universo. II. De Galileo a Newton, Síntesis, Madrid.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Falsos amigos

Afuera, lo que parece como el triple de la población normal de esta ciudad se insulta en el tráfico o se pisotea en las tiendas en nombre de la alegría que les da que se acerca otro aniversario más del nacimiento de Cristo. Como no comparto su euforia, he decidido quedarme en casa y seguir aprendiendo italiano.

Quizás por la misma razón por la que no estoy allá afuera en medio de la muchedumbre, mi método de aprendizaje es completamente autodidacta. Empecé por comprarme un buen diccionario en italiano (no bilingüe) y un par de libros de compatriotas tuyos y contemporáneos míos. Me leí Seda, de Alessandro Baricco de un tirón y sin grandes problemas porque es sencillo y ya lo había leído varias veces en español. Pasé luego a las Cosmicómicas de Italo Calvino y tuve que usar tanto el diccionario que no resultó agradable.

Decidí entonces aprender este idioma como aprendí mi lengua natal: por los oídos. Usando una de esas máquinas que todavía tengo pendiente explicarte, conseguí registros reproducibles de conversaciones y lecturas en voz alta. De las conversaciones, mi favorita es una que se llama Uomini e profeti (Hombres y profetas), cuyo lema explica muy bien de qué va: “mirar al mundo con los ojos de la fe, y a la fe con los ojos del mundo”. Aunque no creo en ninguno de los dioses que ahí se discuten, me resulta tremendamente interesante saber de dónde vienen las diversas tradiciones.

De las lecturas en voz alta, mi favorita en este momento es Ad alta voce (En voz alta), en la que leen libros en digeribles fragmentos de 20 minutos. Ahora estoy escuchando El diario de Gian Burrasca, una obra para niños de hace más de cien años que es un tanto subversiva y me tiene sonriendo todo el tiempo.

Aunque siento que es relativamente fácil tu idioma, cada tanto me encuentro con un falso amigo: una de esas palabras que se escriben igual en ambos idiomas y significan cosas totalmente diferentes. Mi favorita es burro. Acá, un burro es un mamífero cuadrúpedo parecido a un caballo. Allá el burro se hace a partir de leche de vaca y se unta en pan tostado.

Si estoy tan ocupada con las actividades para el Año Internacional de la Astronomía –te preguntarás- ¿para qué estoy aprendiendo italiano? Bueno, pues se me antoja leer tus cartas para así entender mejor lo que ibas pensando y comentando conforme pasaban las cosas que todos conocemos. Y es que se conservan muchísimas de tus cartas y, junto con tus libros y dibujos, fueron reunidas por Antonio Favaro en una obra monumental llamada Opere di Galileo.

Hasta este momento, no sé de alguna institución en México que tenga esa obra, pero para mi gran fortuna puedo acceder a ella a través de esa máquina que tengo pendiente explicarte. A más tardar cuando empiece el 2009 empezaré a leer tus cartas y te pondré aquí mis impresiones.

jueves, 18 de diciembre de 2008

La mirada de Galileo

Esta mañana fui al Fondo de Cultura Económica a firmar el contrato para la publicación de mi libro sobre tu obra que saldrá en 2009. Resulta que no les encanta el título que yo escogí y ahora tengo que pensar en otro. El título que yo le puse es:

Admirables maravillas
Galileo y el telescopio

La primera parte, que es la que más me gusta, es una frase de la presentación de tu libro que me parece más emocionante, Sidereus Nuncius*. Ahí empiezas diciendo:

Se muestran GRANDES Y MUY ADMIRABLES maravillas
y se invita a contemplarlas a todos.

Le puse el subtítulo para ubicar a los posibles lectores sobre el tipo de maravillas a tratar.

El editor, Heriberto Sánchez, propuso que el libro se llame simplemente Galileo y el telescopio. Este título, a pesar de ser claro e informativo, es bastante plano y sin chiste. Además, afortunadamente ya hay un libro que se llama así, de modo que ni siquiera hubo mucho que discutir. Insistí un poco (dentro del límite de lo cortés, claro) en que se quedara como lo había puesto inicialmente, y al final Heriberto me convenció de cambiarlo. Dijo algo muy cierto: que en los libros sobre ciencia utilizamos demasiado los términos como “increíble”, “maravilloso” o “divertido” y, como el contenido no siempre resulta serlo, hemos ido perdiendo credibilidad.

Platicamos un rato para tratar de buscar una alternativa. Le conté cómo en tu época había tantas novedades (desde continentes hasta ingredientes para la cocina) que no es una exageración decir que todos andaban permanentemente azorados. Repasé un poco lo que digo en el libro para tratar de extraer algunas palabras clave. Hablé de cómo entonces ya muchos estaban cuestionando los modelos tradicionales del universo; y cómo tú tuviste la suerte de dar con un instrumento que te permitió ver cosas nunca antes vistas y que ayudaron a la transformación de nuestra manera de entender el mundo. Resalté lo importante que fue tu manera de mirar las cosas y así llegamos a un posible título:

La mirada de Galileo

Todavía tengo un mes para darles el título definitivo, así que lo seguiré pensando. Además, da tiempo de que opines.



* Galileo - Kepler (2007), La gaceta sideral – Conversación con el mensajero sideral, Alianza, Madrid.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Un poco de violencia

Ya bien entrada en el cuarto día de mis vacaciones, hasta la última de mis células está inundada de la paz que me viene de no tener nada apremiante. Para equilibrar un poco las cosas, hoy te quiero contar una historia de una violencia enorme, lenta, lejana e imperceptible excepto para unos pocos.

Hace algunas semanas te platiqué algo sobre lo que hemos ido sabiendo de las galaxias, pero me quedé más o menos a principios del siglo XX. Por esa época los astrónomos se pasaron décadas coleccionando galaxias, es decir haciendo observaciones de tantas como fuera posible. Así, después de cierto tiempo, pudieron plantear una clasificación de ellas de acuerdo a sus formas. Inicialmente había tres grupos y aquí te muestro un ejemplo de cada uno: las espirales, las elípticas y las irregulares.



Pero más adelante se observaron otras galaxias, que no se podían meter en ninguno de los tres grupos anteriores, y tampoco se podían agrupar muy bien. Así que agregaron un grupo que llamaron de las galaxias peculiares. En la siguiente foto te pongo un par de éstas, la galaxia de las Antenas, y la Rueda de carro. Adivina cuál es cuál.



Una de las cosas que hacen más felices a los científicos, y entre ellos a los astrónomos, es cuando aparece una nueva pregunta. La formación de las elípticas y espirales se puede explicar por la atracción mutua de todo el material que conforma; y las irregulares se suelen explicar como galaxias fallidas, en las que no hubo suficiente de esta atracción. Pero ¿y las irregulares?

Resulta que generalmente las galaxias no viven solas, sino en grupos, y que el hacinamiento lleva a roces de varios tipos. Muchas galaxias son parte de una pareja que no siempre es pareja. Acá puedes ver cómo la grande, que es espiral, se está comiendo parte del material de la chica, que ya no tiene forma reconocible.


Cuando la desigualdad es mucho mayor, se cae en franco canibalismo. En esta imagen, la galaxia elíptica gigante se está tragando a varias de las pequeñas que la rodean (abajo a la derecha). Y conforme más come, más capacidad de comer tiene.

Y las dos primeras peculiares que te mostré deben ser resultado del impacto de dos galaxias. Todo esto sucede muy lentamente, en miles de millones de años, así que en realidad no lo hemos visto suceder. Pero lo sabemos gracias a las increíbles observaciones de telescopios como el Hubble Space Telescope combinadas la información que nos dan los modelos teóricos.

Si te gustan las historias violentas como ésta, en otra ocasión te cuento cómo mueren las estrellas.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Mi casa no es tu casa

En el tiempo que he estado leyendo sobre ti, he intentado imaginar cómo era tu vida diaria: qué comías, dónde leías, dónde comprabas lo que necesitabas... Aunque en cuatrocientos años han cambiado poco las cosas que hacemos, lo que sí ha cambiado es el modo en que las hacemos. Para que te imagines las diferencias, hoy te quiero platicar acerca del lugar donde vivo.

Como la tuya, mi casa tiene un piso y un techo, paredes, puertas y ventanas. Pero a diferencia de tu bellísima villa en Arcetri, yo vivo en un departamento. Es decir que mi casa es una de nueve viviendas que están pegadas lado a lado y amontonadas una encima de otra hasta llegar a tres pisos. Te puede sonar dramático, pero en realidad soy afortunada. Ya somos tantos, que vivimos pegados como abejas en un panal.

Los muebles en mi departamento no son muy distintos de los que debiste tener tú. Tengo mesas y sillas, cama y armarios, y muchas, muchas repisas. Y aquí empiezan las diferencias importantes. Aunque en tus tiempos había agua corriente, no todos la tenían. En mi casa hay tubos de agua que llegan al baño y a la cocina, y basta con que abra una llave para que pueda usar este precioso líquido. También entra a la cocina un tubo que lleva gas, con el cual caliento el agua para bañarme (lujo indescriptible) y puedo cocinar. Esto último sí que es una maravilla, pues puedo controlar la flama debajo de las ollas o la temperatura adentro del horno y así hacer platillos muy elaborados.

Guardo la comida en un refrigerador, que es una especie de armario que tiene pegada una máquina que produce un frío constante en su interior. De este modo los alimentos se conservan en buen estado por muchos días, y sólo tengo que ir al mercado una vez a la semana. Para leer me siento en un sillón que será parecido a los tuyos, pero la luz que uso viene de focos, que no parpadean ni se desgastan como las lámparas de aceite o las velas que tú conociste. Y mientras yo leo, automáticamente se lava mi ropa en otra máquina que llena una tina con agua, luego la agita, exprime, enjuaga y vuelve a exprimir.

Todos estos aparatos sirven porque tenemos una excelente fuente de energía llamada electricidad. Seguramente ya conoces algo de este fenómeno, pues es lo que hace que se te pare el cabello cuando intentas peinarlo en los días fríos y secos. Se debe al movimiento de los electrones, unos corpúsculos mucho más pequeños que los átomos. Nuestros focos son poco más que un alambre adentro de un recipiente de vidrio sellado. Cuando corre por él una corriente de electrones, el alambre se caliente y emite luz.

La lavadora tienen un motor relativamente sencillo que aprovecha el hecho de que una corriente eléctrica genera un campo magnético. Como tú sabes, en los imanes o magnetos los polos iguales se repelen. Pues este motor transforma esa repulsión en el movimiento que necesita para mover la tina con el agua. El refrigerador tiene un motor similar, pero en este caso utiliza su energía para condensar un gas que luego, al volverse a evaporar, produce el frío que necesitamos.

Dejo para otro día contarte sobre las demás máquinas que hay en mi casa, con las cuales puedo escuchar música aunque no haya músicos ni instrumentos aquí, platicar con mis amigos que se encuentran a muchos kilómetros de distancia y ¡escribirte!

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Una astrónoma

Puesto que llevo varios meses escribiéndote, sabes que por lo menos existe una astrónoma en México. Pero seguramente ya te habrás imaginado que no soy ni la única ni la primera. Para cuando yo empecé a tomar materias sobre este tema en la Facultad de Ciencias de la UNAM, aproximadamente la mitad de los astrónomos profesionales en el Instituto de Astronomía eran mujeres.

Esto, claro, no siempre fue así. El Observatorio Astronómico Nacional (OAN) se fundó en 1878 y su primer director, Ángel Anguiano, había estudiado ingeniería civil y arquitectura. Los siguientes directores fueron ingenieros geógrafos, pues en esa época la labor principal del Observatorio era ayudar a determinar las posiciones de ciudades y fronteras.

Un poco antes de 1900 el OAN inició su participación en un proyecto internacional puramente astronómico: La Carta del Cielo. Nuestra tarea era tomar fotos del cielo que se puede ver entre los 9 y 16 grados de latitud sur para detectar todas las estrellas por arriba de cierto brillo. Muchos países colaboraron y la suma de todos los esfuerzos se reunieron en sendos catálogos.

Para realizar este proyecto debíamos llevar a cabo varias tareas. Primero exponer las placas de vidrio con película fotográfica a la luz que pasaba por el telescopio; luego contar las estrellas que aparecían en cada placa y medir su brillo; finalmente, calcular su posición real en el cielo. En cada tarea había un especialista, y la tarea de contar y medir estrellas la hacían generalmente mujeres. Esto probablemente se debe a que es una labor que requiere de mucho cuidado y poca preparación. La que ves aquí es una impresión de una de esas placas.




Lo de la particípación de las mujeres lo sabía yo porque lo había leído, pero ahora que estamos organizando el Fondo Observatorio Astronómico Nacional hemos visto sus nombres en los formatos. Esta semana, por ejemplo, encontramos que por ahí de 1902 había una Srta. Veloz (así dice, no lo estoy inventando) que hizo las mediciones para muchas placas.

La situación de la formación de los astrónomos fue cambiando conforme quedó claro que hacía falta conocer física para poder plantear y responder preguntas interesantes sobre el Universo. Pero la situación de las mujeres tuvo que esperar a que llegara a nuestro país Paris Pismis, doctora en astronomía de origen armenio y nacionalidad turca que conoció al mexicano Felix Recillas en Harvard, se casó con él y terminó trabajando en nuestro país.

Así, Paris se convirtió en la primera astrónoma de México en dos sentidos: primera mujer y primera persona con un doctorado en astronomía. Además de sus temas de investigación (entre los que estaban las galaxias de las cuales ya te platiqué un poco), dedicó mucho tiempo a la docencia. Y, en cierto modo, todos los astrónomos que le seguimos somos sus descendientes intelectuales. En esta foto que te pongo se ve como yo la recuerdo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Licencia poética

El viernes de la semana antepasada presencié el “Mambo Galileo”. La conferencia de clausura de nuestras teleconferencias de calentamiento hacia el Año Galileo (2009) culminó con una presentación bastante sui generis por parte Julieta Fierro. Julieta es una divulgadora de la astronomía mexicana muy popular que se caracteriza por incluir elementos diferentes en sus presentaciones como experimentos, demostraciones y regalos. Bueno, pues esta vez nos platicó a vuelo de pájaro sobre ti y al final, junto con las “Mamberas de Minerva” interpretó una versión muy particular de ese baile africano traído a América. Al público le encantó y al final subieron para aprender a bailar ellos también.

Julieta no es la primera, y probablemente no será la última que se inspire en tu vida para crear un espectáculo o una obra de arte. Hacia mediados del siglo XX apareció la obra de teatro Vida de Galileo*, del dramaturgo alemán Bertolt Brecht. Cuando leí esta obra hace mucho, años antes de que empezara a conocer sobre ti, me pareció interesante.

La acabo de volver a leer y tuve varias reacciones. Sin haber pasado de la cuarta página sentí muchas ganas de botarla. En esas pocas líneas ya había tantas imprecisiones que me empezaba a irritar. Entonces me recordé que, a diferencia de las biografías o el estudio que te he comentado aquí, esto no es un estudio histórico ni tiene intenciones didácticas. Se trata de una obra de arte, donde el autor se inspiró en tu figura (o lo que sabía de tu figura) para decir algo que necesitaba decir.

Me fui, pues, a leer algo sobre Brecht y encontré que su obra tiene una vena política importante. Escribió Vida de Galileo después de huir de Alemania para evitar problemas con el régimen nazi. Y se considera que ésta es una de sus obras de protesta contra lo que estaba pasando en su país en ese momento.

Viendo la obra desde este nuevo punto de vista entiendo algunas de las invenciones y exageraciones que hace Brecht. Al parecer le impactó principalmente que fuiste un hombre que vivió en una época en que una institución -la Iglesia Católica- limitaba la libertad de los hombres y te usó como un símbolo. Supongo que en su época su mensaje se entendió, pero me pregunto qué sucede cuando se lee o se ve más de cincuenta años después.

Ahora ando tras la pista de otra obra de arte que está inspirada en ti. Se trata de la ópera Galileo de Philip Glass. Si la consigo te contaré cómo es.

*Brecht, Bertolt (2000), Vida de Galileo y Madre coraje y sus hijos, Alianza, Madrid.

domingo, 7 de diciembre de 2008

Dibujos de la Luna

¿Te fijaste ayer en la imagen del día de la NASA? La pongo por si no la viste:




En estos días Júpiter, Venus y la Luna se ven muy cerca en el cielo y, como son tres astros que podemos ver a simple vista, han dado mucho de qué hablar. El que ves es un dibujo del momento justo en el que Venus reapareció después de estar oculto detrás de la Luna. Lo hizo Deirdre Kelleghan, una mujer irlandesa que es artista y aficionada a la astronomía.

En un momento en que estamos rodeados por demasiadas imágenes perfectas tomadas por máquinas, me parece que este dibujo recupera algo muy importante: el asombro. La misma Kelleghan dice:


When I sketch the moon, it feels like my hands move through my eyes. My sight becomes my fingers and explores the lunar landscape.
(Cuando dibujo a la Luna, se siente como que mis manos se mueven a través de mis ojos. Mi vista se vuelve mis dedos y explora la superficie lunar.)


Su dibujo y sus palabras me recordaron las observaciones de la Luna que reportaste en 1610 en el delicioso librito Sidereus Nuncius*. Pero hace cuatrocientos años tú eras el primero en ver que la Luna tiene picos y valles con luces y sombras que cambian. Así que al mirar y dibujar también tenías que tratar de entender. Tus conclusiones fueron asombrosas. Para empezar la Luna no es perfecta y por lo tanto al menos uno de los cuerpos celestes viola lo establecido por Aristóteles 2000 años antes. Y, aunque suene simplón, si la Luna es como la Tierra, entonces la Tierra es como la Luna. Es decir, que la Tierra bien puede ser un planeta más.

*Galileo - Kepler (2007), La gaceta sideral – Conversación con el mensajero sideral, Alianza, Madrid.

martes, 2 de diciembre de 2008

Ítaca

Terminé de leer En torno a Galileo, el libro de Ortega y Gasset del que ya te había platicado. Hacia el final la lectura fue realmente emocionante. Me faltaban sólo 20 páginas y apenas íbamos por la época de 1400. Puesto que la lectura hasta ese momento había sido tan buena, me imaginaba que el autor iba a cerrar de una manera magistral; llegar hasta 1600 en esas pocas páginas y además terminar su argumento sobre la similitud de tus tiempos de crisis y aquellos en torno de 1930.

Mientras sigue explicando cómo debió ser la vida de los primeros renacentistas (a inicios del siglo quince) el libro termina con:

Pero me quedo en el umbral de esta nueva forma de vida reformista y humanista que va a triunfar en la segunda mitad del siglo. No ha habido tiempo.

Primero me ataqué de la risa; luego contemplé la idea de llorar; y finalmente me acordé de "Ítaca", ese poema de Constantino Cavafis que tanto me gusta, que resalta la importancia del camino mismo sobre la del destino final. Termina diciendo:

Ítaca te ha dado un deslumbrante viaje:
sin ella, el camino no hubieras emprendido.
Más ninguna otra cosa puede darte.

Aunque pobre la encuentres,
no hubo engaño.
Sabio como te has vuelto
con tantas experiencias,
comprenderás al fin,
qué significan las Ítacas.


Y, en efecto, de no ser por el título, no habría leído el libro. Me llevo, como dice Cavafis:

coral y nácar, ámbar y ébano,
y mil obsedentes perfumes.


aunque éstos son para mi imaginación. Disfruté la lectura misma; repasé la historia de la humanidad hasta 1400 desde un nuevo punto de vista; me quedo con sus útiles definiciones de entorno, generación y crisis; y conocí a un filósofo español interesante que seguramente volveré a leer.

Más adelante te platico una cosa más que me deja esta lectura.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Mi otra cachucha

Esta semana fue el XI Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y la Tecnología y, con mi colega Jorge Bartolucci, organizamos una mesa de trabajo sobre la catalogación y consulta de archivos históricos relacionados con la ciencia. Llevamos un poco más de un año organizando el Fondo Observatorio Astronómico Nacional (FOAN) y queríamos saber qué opinaban otros acerca del modo en que lo estamos haciendo. Los demás puntos de vista y la discusión fueron muy interesantes.

Jorge es sociólogo y desde hace casi veinte años estudia la comunidad de astrónomos de la UNAM. Uno de los productos de su trabajo es el único libro que yo conozco que cuenta de manera coherente el origen y desarrollo de lo que llegó a ser el Instituto de Astronomía de la UNAM.

Como parte de su trabajo, en 1992 encontró arrimadas en una bodega polvorienta en Tonanzintla, un montón de cajas llenas de documentos pertenecientes al Observatorio (esta foto es de cuando estuvo en Tacubaya). Al revisarlos se dio cuenta de que abarcaban aproximadamente el periodo desde su fundación en 1878 hasta 1970. Además de utilizarlo para su investigación, consiguió que el Instituto de Astronomía lo donara al Archivo Histórico de la UNAM, donde se encuentra (fumigado y metido en cajas) desde entonces.

Cuando lo conocí en 2002, como supo que soy astrónoma y divulgadora, Jorge me mostró un expediente bien curioso. Se trata del largo intercambio epistolar entre el Ing. Joaquín Gallo (director del Observatorio entre 1915 y 1946) y Emilio Nolte (minero del estado de Guerreo y aficionado a la astronomía). Ese expediente funcionó en mi cerebro como un anzuelo: primero me enganchó y desde entonces no me ha dejado de jalar.

Sobre la relación entre Nolte y Gallo (en la foto) escribí muy pronto un artículo de divulgación. Más adelante también convencí a mi amiga Gisela Mateos, que es historiadora de la física, de que investigáramos el caso más a fondo. Así fue como acabamos hasta las narices en polvo durante meses, recorriendo una por una las más de cuatrocientas cajas de documentos del FOAN que no tenían orden alguno. Como recompensa a nuestros esfuerzos obtuvimos bastante información para poder reconstruir y contar las labores de divulgación de Gallo. Hemos llevado nuestros resultados a varios congresos y conferencias, y están a punto de aparecer publicados como capítulo en un libro.

Cuando terminamos de revisar el archivo me prometí solemnemente dos cosas: que iba a seguir estudiando la historia de la astronomía en México, y que nunca más volvería a consultar ese archivo si no estaba ordenado. Lo primero lo he seguido haciendo y lo segundo lo voy a poder hacer muy pronto.

Con el apoyo del Dr. Jorge Cantó (investigador del Instituto de Astronomía, mi director de tesis de licenciatura, y ahora mi amigo) en septiembre de 2007 Bartolucci y yo pudimos reclutar a dos estudiantes y comenzar la laboriosa tarea de organizar el archivo. Ahora tembién contamos con apoyo del Instituto y a inicios del próximo año debemos terminar la primera fase (de los documentos hasta 1929), pero desde ahora están saliendo cosas importantes para la historia de la astronomía mexicana.

jueves, 27 de noviembre de 2008

Galaxias

Como parte de uno de los cursos que organiza el Astrolab, el martes di una conferencia sobre galaxias y se me antojó contarte algo sobre el tema.

De entrada, supongo que te resulta extraño que diga galaxias, así en plural, pues tú sólo conociste una. Lo que se sabía en 1609 era que en el cielo había un manchón blanco, que los griegos llamaron Vía Láctea pues parecía un camino de leche. Cuando tu la miraste con tu telescopio en 1610 encontraste que no era una mancha o nube, sino una colección de muchísimas estrellas muy pegadas. Así, este objeto celeste pasó de ser un viejo conocido a ser una pregunta abierta.

Desde entonces, muchos astrónomos miraron a la Vía Láctea tratando de averiguar más sobre ella. Conforme los telescopios se volvieron más poderosos y las preguntas más claras, la fuimos entendiendo mejor. Hacia finales del siglo XVIII, el astrónomo inglés William Herschel se dedicó a medir la distribución de las estrellas para así saber qué forma tiene realmente el universo. No sólo encontró que es bien diferente de la esfera que propuso Aristóteles, sino que además, a partir de sus mediciones, pudo declarar que nuestro Sol no está en el centro de todo.




Al igual que tú en 1610, en su tiempo Herschel tenía el telescopio más poderoso de todo el planeta. Con él observó también esas nubecillas que se ven en el cielo y encontró que las hay de dos tipos. Unas son bolas de gas y las llamó nebulosas planetarias porque sus formas y colores son semejantes a los de los planetas. Las otras nubecillas, en cambio, son conjuntos de muchas estrellas. Estos objetos celestes se consideraron parte de nuestra galaxia hasta el siglo XX, cuando pudimos determinar que se encuentran a distancias enormes. Entonces tuvimos que admitir que existen otras “vías lácteas”, es decir otras galaxias.

La galaxia más cercana a nosotros es Andrómeda y hoy conocemos muchísimas más, de diferentes formas y tamaños.




Así pues, en los últimos 400 años hemos pasado de pensar que la Tierra está en el centro de un universo esférico a entender que nuestra estrella es una de tantas dentro de una de tantas galaxias desperdigadas por el espacio.

lunes, 24 de noviembre de 2008

Un buen fin

Este fin de semana fue bueno por balanceado: hubo alimentos para cabeza, cuerpo y corazón. Entre el sábado y el domingo preparé una comida mediterránea (entrada turca, ensalada griega y pollo marroquí). El domingo vinieron dos amigas (con el postre), compartimos la comida y platicamos muy a gusto. En los ratos del fin de semana que sobraron comencé un nuevo libro: En torno a Galileo de José Ortega y Gasset (está en la colección "Sepan cuántos..." de Porrúa).

Ortega y Gasset fue un filósofo español que trabajó y publicó en la primera mitad del siglo XX. Pensó sobre temas tan diversos como la política y el arte, pero siempre desde el punto de vista de su esquema en que el hombre tiene una razón vital y está inmerso en un entorno que lo determina.

Inicialmente este libro fue una serie de conferencias dictadas en 1932, trescientos años después del inicio de tu juicio ante la Inquisición. Apenas llevo unos capítulos de su pensamiento en torno a tu figura, pero te puedo platicar su planteamiento básico y las ideas que va desarrollando. De entrada dice que te tocó vivir un parte aguas; que alrededor de tu vida se separan el Renacimiento de la Era Moderna, que lo que las separa es una nueva manera de entender el mundo, y que tú fuiste uno de los pensadores que transformó nuestra mirada entonces. Trescientos años después, según Ortega y Gasset, se avecinaba otro cambio de la misma magnitud y en este texto propone que estudiar tus tiempos y aquellos cambios puede ayudar a entender mejor los que él vislumbraba.

Comienza por definir los términos en los cuales va a basar su argumentación. Explica que, para él, el hombre es el resultado de varias cosas, principalmente su capacidad racional y su entorno inmediato (tanto físico como intelectual). A continuación explora el concepto de generación y distingue entre aquellos que están aprendiendo, los que empiezan a ejercer, y los que tienen el poder. Por último (bueno, hasta donde voy) habla de los momentos de crisis en la historia, explorando por qué se dan y cómo actúan estas generaciones.

Me gusta especialmente el modo en que utiliza su mirada filosófica para tratar de entender fenómenos históricos. Pero además estoy disfrutando muchísimo su prosa y te pongo un ejemplo para que veas cómo es:

Con mayor o menor actividad, originalidad y energía, el hombre hace mundo, fabrica mundo constantemente, y ya hemos visto que mundo o universo no es sino el esquema o interpretación que arma para asegurarse la vida. Diremos, pues, que el mundo es el instrumento por excelencia que el hombre produce, y el producirlo es una y misma cosa con su vida, con su ser. El hombre es un fabricante nato de universos.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Mensaje en una botella

Aunque en gran medida me dedico a la divulgación de la ciencia porque me gusta mucho leer, pensar y escribir sobre esos temas, una cosa que es muy importante para mí es saber si logro comunicar algo. Cuando escribo un libro, aunque se venda bien no tengo manera alguna de saber si alguien lo leyó, le gustó y entendió lo que quería decir. Con las conferencias es distinto, pues hay muchas vías de retroalimentación: desde las caras que hacen mientras platico (una ceja levantada, un ceño fruncido), hasta el lenguaje corporal (en la orilla del asiento o cabeceando). Y, para mi gusto, la prueba definitiva del éxito de una conferencia son las preguntas.

Claramente que si después de cuarenta minutos de hablar, mostrar imágenes y gesticular enérgicamente no hay absolutamente ninguna pregunta, no hubo comunicación. Pero aún cuando hay preguntas, no basta con sumarlas para calcular el éxito del esfuerzo. Hay gente que al entrar al auditorio ya trae su pregunta y se nota, pues ésta no tiene nada que ver con el tema expuesto. Estas preguntas no dicen nada sobre la conferencia misma.

Las preguntas restantes sí que cuentan, pero tienen diferente peso. Si alguien pregunta algo que dije en la charla pero no entendió, sabemos dos cosas: que estaban atentos y que no fui bastante clara. Con un poco más de esfuerzo es posible cerrar el ciclo y realmente comunicar. Pero el mejor tipo de preguntas son aquellas que contienen algo de lo dicho en la plática y van más allá. En mi opinión éstas indican que además de informar, estimulamos al auditorio y disparamos su imaginación.

Las últimas dos veces que di la plática Galileo astrónomo tuve muchas preguntas (más de quince en cada ocasión y sólo una era de otro tema). Acá te pongo las que recuerdo y tú dirás si logré comunicar algo.

De la Prepa 9 de la UNAM (chicos de 17 años más o menos):

¿Quién y cómo averiguaron por qué Saturno a veces se veía con dos satélites y a veces solo?
¿Qué se pensaba en tu época sobre la existencia de otros mundos? ¿y sobre el origen del Universo?
¿Por dónde siguieron las investigaciones de los temas que tú estudiaste?
¿Por qué las estrellas y constelaciones tienen esos nombres?
¿Cómo se entendían los cráteres de la Luna? ¿las estrellas nuevas?

Del Centro de Radioastronomía de la UNAM (astrónomos profesionales y estudiantes):

¿Cómo calculó Tycho la paralaje a los cometas y la nova que le tocó ver?
¿Las razones de tu persecución por la iglesia fueron puramente ideológicas o también políticas?
¿Por qué insistió tu padre en que estudiaras medicina?
¿Cómo te llevabas con Kepler?
¿Cómo le fue a Kepler con la iglesia?

martes, 18 de noviembre de 2008

Adivina...

¿Qué planeta es éste?


Seguramente entre los siete planetas que se conocían entonces (Mercurio, Venus, Sol, Luna, Marte, Júpiter, Saturno) no recuerdes ninguno azul. De hecho, en esos tiempos muy pocos creían que éste fuera un planeta. Pero, gracias al trabajo de astrónomos como Copérnico, Kepler y tú, terminaron por redefinirlo como otro más de los planetas que se mueven alrededor del Sol.

Lo que estás viendo es cómo "sale" la Tierra sobre el horizonte de la Luna tal y como lo vieron tres astronautas estadounidenses hacia finales de 1968. Y como te imaginarás, nuestro planeta se ve así de azul porque aquí hay tanta agua.

Te preguntarás cómo llegó alguien hasta allá. En este caso fue abordo del Apollo 8, una nave que fue impulsada al espacio por el cohete Saturn V. La idea general para desplazarse así de lejos es la misma que la de una pistola, en la cual se hace explotar pólvora en una cámara cerrada para impulsar la bala. Pero claro, en el caso de los cohetes la explosión tiene que ser mucho mayor para que la nave escape la fuerza que nos tiene a todos pegados aquí.

La idea de lanzar objetos muy alto con esperanzas de llegar hasta la Luna no es nada nueva; muchos la pensaron y otros intentaron realizarla incluso antes de que tú nacieras. Pero sólo en el siglo XX se empezaron a lanzar cohetes realmente lejos. El caso que te muestro fue un gran éxito pues los estadounidenses lograron enviar una nave tripulada por tres hombres que le dieron diez vueltas a la Luna y regresaron bien.

En tus tiempos la única manera de lograr una imagen como ésta hubiera sido lanzando al espacio a un gran pintor con todo y sus óleos. En este caso el trabajo lo hizo una máquina que recibió la luz, la codificó y la trajo de regreso para que pudiéramos ver nuestro retrato.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Astrónomos pioneros

Hace tiempo que no te escribo pues volví a salir de viaje. Esta vez fui a la ciudad de Morelia en el estado de Michoacán, al oeste de aquí. Me invitaron del Centro de Radioastronomía y Astrofísica a dar un taller sobre divulgación de la ciencia para los estudiantes y coincidió con una reunión regional de astronomía, así que también di mi la plática sobre tu trabajo.

Como solamente tenía dos horas para el taller, tuve que decidir con cuidado lo que podía hacer. Evidentemente, en una sola sesión no les podía enseñar a hacer nada, pero me pareció que sí los podía poner a pensar algunas cosas interesantes. De modo que usé el hecho de que la divulgación es un fenómeno de comunicación como hilo conductor, y les fui mostrando las partes y sus interacciones. Entre las cosas interesantes que sucedieron esa tarde estuvo que se reunieron muchas personas que están interesadas en lo mismo y podrán hacer cosas juntos en el futuro. Otra cosa buena, que me concierne, es que algunos se quedaron interesados y tal vez más adelante hagamos un verdadero taller, del cual salgan productos para el Año Internacional de la Astronomía.

Al día siguiente del taller di la plática Galileo astrónomo a la mitad de la "XII Reunión Regional de Occidente de Astronomía". Fue una gran oportunidad para platicarle a muchos astrónomos sobre esos cinco años en los que apuntaste tus telescopios al cielo y descubriste tantas maravillas. Disfruté mucho dar la charla con éste público, pues sus preguntas son bien diferentes de las del público general. Algunos se interesaron en la parte muy técnica (¿cómo midió Tycho la distancia a los cometas?) mientras que otros querían saber sobre el lado más político (¿qué fue lo que realmente te causó problemas con la Inquisición?).

Yo no sabía de estas reuniones de los astrónomos de Morelia, Guadalajara y Guanajuato y me sorprendió mucho que ésta ya era la doceava. Le pregunté sobre ello a Yolanda Gómez –una de las fundadoras de lo que hoy es el CryA– y me contó cómo hace doce años, cuando sólo había tres astrónomos en Morelia y otros tantos en Guadalajara y Guanajuato, se reunían de manera muy informal para platicar lo que estaban haciendo. Lo que me tocó presenciar dista mucho de esos sencillos orígenes: había más de cincuenta participantes (muchos de ellos estudiantes) y se trató gran variedad de temas. Se ve que ya tienen grupos consolidados y los astrónomos pioneros de hace doce años deben sentir mucho orgullo.

miércoles, 5 de noviembre de 2008

Tres biografías

Uno de los pendientes que tengo es platicarte sobre algunas de tus biografías. Hasta el momento he leído tres, una que me encantó, una muy buena pero que no me acaba de convencer, y una que simplemente no me gustó nada. En seguida te las describo.

The Private Life of Galileo, de Mary Allan-Olney es, por mucho, la que más me ha gustado hasta el momento. Inicialmente sólo leí este libro del inicio hasta la parte correspondiente a 1615, pues mi libro se centra en el periodo de 1609 a 1615 y no quería deformar mi visión al conocer lo que pasó después. Ahora acabo de terminar la parte restante y disfruté mucho la prosa de esta mujer estadounidense del siglo XIX. Sé muy poco acerca de la autora, pero debió estar en Italia bastante tiempo para revisar la gran cantidad de cartas, tanto tuyas como de muchos otros personajes de tu tiempo, que utilizó para su obra. Lo que más me gustó es que, como el título lo indica, la autora está más interesada en tu vida privada que en las partes científica y política. Esto no quiere decir que no las tocara, pero digamos que las redimensionó en torno del hombre Galileo. Lo otro que es muy especial es que usa una gran cantidad de citas directas de las cartas, dando de ese modo voz a los involucrados.

Galileo es la biografía que escribió Stillman Drake, un historiador de la ciencia canadiense que vivió gran parte del siglo XX. Drake es, junto con Biagioli, uno de los autores sobre tu vida y obra que me resultan más interesantes. Escribió cantidad de artículos y libros sobre tu caso, entre los cuales mi favorito es Telescopes, Tides and Tactics (sobre el cual ya te platicaré en otra carta). Su planteamiento en esta obra es que aquellas de tus acciones que frecuentemente han sido interpretadas como parte de una defensa fanática del Sistema Copernicano, fueron en realidad una defensa de la Iglesia Católica. El argumento general es que te preocupaba que la Iglesia cometiera el error de declarar equivocada una teoría correcta de modo que más adelante tuvieran que admitir su error. Sin embargo, para mi gusto, no tiene suficiente evidencia documental para defender esta idea. Aún así, es una obra muy interesante, especialmente cuando aborda la importancia de tus aportaciones a la ciencia.

El último libro se llama Galileo, a Life y es del estadounidense James Reston Jr. Este autor, que aún vive, ha escrito una docena de libros que abarcan los géneros de ficción, biografía, novela histórica y memoria. Confesión: no lo terminé. Le di cincuenta páginas y al final de éstas todavía no me había agarrado, de modo que lo dejé de un lado. No sólo no me gustó su prosa, sino que cada dos o tres páginas me hacía brincar por alguna imprecisión histórica. Antes de comprar el libro ya había leído un poco sobre el autor, de modo que ya sabía más o menos qué esperar de su obra. Sin embargo esperaba que complementara mis otras lecturas con su recreación de la época. No fue así.

Y ahí voy hasta ahora. La siguiente biografía que quiero leer es la que escribió Vincenzio Viviani, el alumno y amanuense que te acompañó en los últimos años de tu vida.

lunes, 3 de noviembre de 2008

¿Todo acaba en sepultura?

Hace varias semanas mi amiga Ana Claudia Nepote visitó Italia y me envió esta fotografía de tu tumba en la Iglesia de la Santa Croce en Florencia. Se me había olvidado contarte, pero me vino a la mente porque el tema de este fin de semana fueron los difuntos.

Al iniciar noviembre muchos mexicanos celebran a sus muertos siguiendo las tradiciones heredadas de aquellas culturas que existían aquí antes de que llegaran los españoles. Aunque los rituales (que supongo que tú llamarías paganos) varían de región en región, la idea general es que cuando alguien muere su alma no se va del todo, y una vez al año regresan a visitarnos: los niños el 1º y los adultos el 2 de noviembre.


Dice la tradición que para que las almas encuentren el camino de regreso es necesario iluminar su “pista de aterrizaje” con velas y marcar la ruta con veredas de pétalos de unas flores anaranjadas llamadas cempasúchil. Se hace un altar que lleva por lo menos estas velas y flores, agua (pues llegan con mucha sed de su largo viaje) y la comida preferida del difunto. Además, especialmente para estos días se hacen calaveras (cráneos, en realidad) de azúcar y un delicioso pan de muertos (que se prepara con agua de azar y lleva huesos de la misma masa encima). Afortunadamente estos dulces no son sólo para los que nos visitan del más allá. La celebración, que empieza muchos días antes con todas estas preparaciones, termina con una visita al panteón donde se barren y lavan las tumbas para luego decorarlas con flores.

A pesar de sus peculiaridades, estos rituales en realidad no son tan distintos de lo que se hace en otros lugares, o se hacía en otros tiempos. Sirven para separar un lugar y un momento en que recordamos a nuestros antepasados. Este lugar, en tu caso, no fue fácil de encontrar. Aunque tu testamento decía que querías estar en la Santa Croce, parece ser que el Papa Urbano VIII seguía molesto (¿o preocupado por la opinión pública?) y no permitió que se cumpliera tu voluntad. Tal fue el miedo de los florentinos a la rabia de este poderoso hombre, que te sepuntaron discretamente en una pequeña capilla y ni siquiera te hicieron un funeral público.

Fue Vincenzio Viviani, estudiante y amigo que te acompañó en los últimos años, quien se encargó llevar tus restos mortales al lugar donde ahora descansan. No logró esto en vida, pero heredó su responsabilidad a sus descendientes y en 1737, cuando las condiciones políticas lo permitieron, se colocó en la Santa Croce el monumento que tantos visitan.

jueves, 30 de octubre de 2008

Ver y entender

Al final del Renacimiento las ilustraciones ya eran muy importantes para estudiar anatomía y botánica. Con tus dibujos de las observaciones con el telescopio, también se empezaron a usar para entender el cosmos. A partir de entonces las maneras de obtener y guardar imágenes se han multiplicado y hoy el uso de imágenes es indispensable en el esfuerzo de científicos de todas las especialidades para entender la naturaleza. Existe una variedad apabullante de instrumentos con los cuales vemos cosas enormes, diminutas y hasta invisibles. Y, tal como sucedía en tus tiempos, ver más, mejor o de una manera nueva nos permite avanzar en la comprensión de un objeto, un fenómeno o un proceso.

Tratando de ponerme al día en mi revisión de la revista Science , encontré los resultados del concurso anual Science Visualization Challenge . La convocatoria tiene el propósito de impulsar novedosas maneras de visualizar la información producida en los laboratorios científicos y desde hace seis años me he maravillado con los ejemplos ganadores.

Como tú mismo construiste algunos de los primeros microscopios, quizás te interese conocer el tipo de cosas que se puede ver con los que tenemos hoy. La que sigue es una de las imágenes ganadoras del concurso de este año y fue tomada con un microscopio electrónico de barrido,



Aunque parecen muchas hojas en el tronco de un árbol, se trata de diatomeas (un tipo de algas o pequeñísimas plantas marinas) pegadas al cuerpo de un invertebrado marino. Y aunque son diminutas, las podemos ver con ese detalle porque el aumento del microscopio es de 100,000.

lunes, 27 de octubre de 2008

Un Papa cortesano

El mismo día que terminé el libro de Biagioli en inglés, me llegó por correo la traducción al español (para el curso que daré el año que viene.) Me gustó mucho, principalmente por la manera en que organiza tanta información acerca de tu vida y obra utilizando la estructura social en la corte renacentista italiana como el hilo conductor.

Una de las cosas notables de este libro es su tratamiento del tema del juicio ante la Inquisición en 1632. Éste es un tema que en general no me agrada, porque me parece que en la actualidad la gente no lo conoce y lo deforma fuera de toda proporción. Si detienes a alguien en la calle y le preguntas qué sabe sobre Galileo, te contestan con una de dos anécdotas:

El experimento de tirar cuerpos desde la Torre de Pisa
o algo sobre el juicio ante la Inquisición

Sobre el juicio generalmente repiten la frase que según Viviani dijiste después de haber abjurado: “Sin embargo, se mueve”. O bien te mencionan como un mártir, diciendo que arriesgaste tu vida por defender la libertad para hacer ciencia. Y no es su culpa que tengan una versión tan simplona del tema, pues es así como se lo han enseñado en la escuela o en obras de divulgación.

Lo que me gustó en el libro de Biagioli es que sí aborda el tema, pero le da la justa proporción. Para empezar, le dedica 30 páginas hasta el final de un libro de 400. El capítulo se llama “Un marco para el juicio de Galileo” y justamente lo que hace es colocar este complicado tema dentro de un marco que nos permite entender lo que sucedió.

La explicación de Biagioli para el juicio es elegante por sencilla. Dice que cuando Urbano VIII se volvió Papa, tú viste una ventana de oportunidad para publicar tu libro Diálogo sobre los dos principales sistemas, tolemáico y copernicano. El Papa inicialmente te apoyó, pero cuando el libro salió publicado él estaba en un momento políticamente complicado en el que –entre otras cosas- se le acusaba de ser demasiado tolerante con los herejes. Y esto se juntó con algunas quejas de los opositores que te fuiste generando a lo largo de los años y por lo tanto te tuvo que sacrificar.

Aunque la excusa que utilizó inicialmente es que habías traicionado su confianza y publicado el libro sin su permiso, a lo largo del juicio se te acusó también de insultar al Papa al representar la doctrina de la omnipotencia divina en boca de Simplicio, ignorar la advertencia de Bellarmine en 1616 sobre las ideas de Copérnico y presentar estas ideas como verdades absolutas en vez de ponerlas como meras hipótesis. Al final se centraron en que hablabas sobre el sistema copernicano porque era lo más coherente.

Muchos documentos se han perdido, de modo que no tenemos la versión definitiva, pero esta me parece una buena interpretación.

lunes, 20 de octubre de 2008

Una estrella con cola

El viernes pasado tuvimos una de las teleconferencias en Universum con las que estamos calentando motores para el AIA. Vino Alejandro Raga, del Instituto de Ciencias Nucleares (UNAM), y nos dio una plática muy amena sobre una estrella que tiene cola.

En el Renacimiento se pensaba que las estrellas no cambiaban, pero sabemos que tú imaginaste algo distinto. Cuando en 1604 apareció una estrella nueva en el cielo, dio mucho de que hablar. Aunque por entonces aún no estabas dedicado a la astronomía, participaste en la discusión. Y cuando esta estrella empezó a perder brillo, pensaste que se estaba alejando de la Tierra. Supongo entonces que no te sorprenderás demasiado cuando te cuente que hoy sabemos que las estrellas sí que cambian: no sólo se mueven sino que además nacen, se transforman y mueren.

El caso de la estrella Mira es bien interesante, pues presenta todo tipo de cambios: se mueve, pulsa y envejece. Sabemos que es una estrella Gigante Roja, es decir que fue parecida a nuestro Sol, pero ahora se está empezando a morir y por eso se ha hecho grande y roja y tiene un viento muy fuerte. Hemos visto que su brillo varía con el tiempo; y sabemos que se mueve en dirección perpendicular a la Vía Láctea, atravesándola.



Pues ahora resulta que además Mira tiene una cola, como las de los cometas pero muchísimo más grande. Aunque esta estrella se conoce desde tus tiempos, la cola no se había visto sino hasta ahora. Y sólo la pudimos ver porque fue observada con el telescopio espacial GALEX. Este instrumento tiene dos particularidades: su campo visual es amplio y detecta luz en el Ultravioleta. Lo primero significa que toma imágenes grandes, más que el tamaño aparente de la Luna. Pero lo segundo sí que es nuevo para ti. Desde el siglo XIX nos dimos cuenta que hay más luz que la que detectan nuestros ojos. Y en el XX diseñamos instrumentos que nos permiten “ver” esas otras luces.


Gracias a la capacidad del GALEX para ver estructuras grandes y luz ultravioleta, hoy sabemos que Mira tiene una cola enorme que se forma por la interacción de su viento con el gas y polvo de la Vía Láctea. Arriba la puedes ver en luz visible, y abajo, en luz ultravioleta, con su esplendorosa cola.

viernes, 17 de octubre de 2008

De cometas y controversias

Sigo con la lectura del libro de Mario Biagioli sobre tu obra y su relación con la cultura de esa época (por cierto, me enteré que también está traducido al español como Galileo cortesano.) Ahora acabo de terminar el capítulo que aborda la discusión sobre cometas en la que estuviste involucrado.

En tus tiempos, los cometas eran un fenómeno difícil de explicar. Como aparecían y desaparecían, se pensaba que tenían que ser parte de la atmósfera terrestre, pues según la cosmología de Aristóteles ahí sí se valía que hubiera cambios. Esta explicación empezó a hacer agua cuando varios astrónomos comenzaron a usar telescopios para observar los cometas. Con estos nuevos instrumentos pudieron medir las distancias a las cuales se encontraban y supieron que están más allá de la Luna. Esto planteaba un problema, pues según Aristóteles, todo aquello que se encontraba más allá de la Luna era perfecto e inmutable.

En 1618 aparecieron tres cometas en los cielos de Europa. El astrónomo jesuita Orazio Grassi los observó y escribió un tratado para comunicar a todos que –al igual que las estrellas- no se veían mucho más grandes a través del telescopio y por lo tanto debieran tan lejos como ellas. Como en esta época tú eras la autoridad máxima en observaciones telescópicas, muchos te escribieron para saber tu opinión sobre esta novedosa propuesta. Desafortunadamente entonces estabas enfermo, y no pudiste hacer tus propias observaciones. Más tarde escribiste algunos tratados breves y finalmente en 1623 publicaste un libro sobre el tema.

El ensayador fue muy popular en tu época. Dicen, por ejemplo, que el Papa Urbano VIII (que te conocía y apreciaba) disfrutaba de que se lo leyeran a la hora de la comida porque era entretenido y estaba muy bien escrito. Pero los historiadores de la ciencia de ahora no saben muy bien cómo explicar esta obra porque es muy distinta a casi todas las demás que publicaste. Ahí utilizas algunas hipótesis de Aristóteles (a quien atacaste tanto en otros lados), caes en contradicciones y a veces atacas a Grassi sin buenos fundamentos.

La interpretación de Biagioli es que en esta obra utilizaste una estrategia especial. Que te sentías amenazado porque los astrónomos jesuitas en Roma pudieron hacer las observaciones y tú no; y porque sus opiniones empezaban a contar tanto como la tuya. Así que moviste el campo de la discusión, alejándolo de las observaciones y llevándolo al lado más teórico. De este modo saliste victorioso en la discusión y te volviste a ubicar como el astrónomo más importante de la época.

Si te soy sincera El ensayador me cuesta trabajo pues, aunque tiene algunos pasajes atractivos, no le veo una línea conductora. Con la lectura que hace Biagioli de esta obra logro entenderla mejor. Pero ¿tú qué opinas?

lunes, 13 de octubre de 2008

Lo que pensó Bruno


Me encontré un poema que, por dos razones bien distintas, creo que te interesará:

trata de la poesía misma,
y para explicarla usa una anécdota sobre Giordano Bruno.

Sé que te gusta la poesía pues en muchas cartas defiendes a Ariosto (autor del Orlando furioso) y atacas a Tasso (y su Jerusalén liberada). Y supongo que conociste el caso de Bruno y te habrá interesado pues en 1600 fue llevado a la hoguera por su original manera de pensar el mundo.

Te pongo sólo la parte final del poema, pero puedes verlo completo aquí.


What he Thought
Heather McHugh
...
"What is poetry?
Is it the fruits and vegetables
and the marketplade at Campo dei Fiori

or the statue there?" Because I was
the glib one, I identified the answer
instantly, I didnt have to think -- "The truth
is both, it's both!" I blurted out. But that
was easy. That was the easiest
to say. What followed taught me something
about difficulty,

for our underestimated host spoke out
all of a sudden, with a rising passion, and he said:

The statue represents
Giordano Bruno, brought
to be burned in the publc square
because of his offence against authority, which is to say
the Church. His crime was his belief
the universe does not revolve around
the human being: God is no
fixed point or central governmet
but rather is poured in waves, through
all things: all things
move. "If God is not the soul itself,
he is the soul OF THE SOUL of the world." Such was
his heresy. The day they brought him forth to die

they feared he might incite the crowd (the man
was famous for his eloquence): And so his captors
placed upon his face
an iron mask
in which he could not speak.

That is how they burned him.
That is how he died,
whithout a word,
in front of everyone. And poetry

(we'd all put down our forks by now, to listen
to the man in gray; he went on softly)-- poetry

is what he though, but did not say.

viernes, 10 de octubre de 2008

Carretas, veleros y máquinas voladoras

Como no tenía nada urgente en la oficina, hoy me quedé en casa para avanzar en un artículo que estoy escribiendo para la revista Ciencias . Y en este día en que sólo me he desplazado a pie –tal y como lo hacías tú hace cuatrocientos años-, te cuento un poco acerca de los modos de transporte que tenemos en la actualidad. Así quizás puedas empezar a imaginar mi mundo.

Algunos medios de transporte son parecidos a lo que tú conociste, sólo que más grandes y rápidos. En lugar de carretas y carrozas, ahora tenemos carros o camiones. Estos también se llaman automóviles, porque ya no necesitan de un animal para jalarlos. Adentro llevan una máquina en la cual se quema un combustible lo cual hace una pequeña explosión que mueve unos pistones y este movimiento se transmite a las ruedas. Los hay de muchos tamaños y los más pequeños tienen dos ruedas y sólo pueden transportar a una o dos personas. Los más comunes tienen cuatro ruedas y pueden llevar entre cinco y veinte personas. Cuando se inventaron (a principios del siglo XX) eran carísimos y por lo tanto muy exclusivos. Ahora son mucho más baratos y una profesora de la universidad como yo puede tener uno como el que ves abajo. Con él llego a la universidad, que está a 8 kilómetros de mi casa, en sólo 15 minutos (¡en un buen día, pues ya somos tantos que a veces se atora el flujo de carros!)


Otro medio de transporte que ya existía en tu tiempo es el barco. Aunque no han cambiado mucho de forma, ya no requieren de velas que atrapen el viento para moverse. Con mecanismos semejantes a los de los carros (que llamamos motores) mueven hélices que empujar el agua y los hacen avanzar. Sirven principalmente para desplazar mercancías o soldados y armamentos (tal y cómo lo hacían en tu tiempo).

Además de estos inventos para movernos por mar y tierra, ahora tenemos otros para volar en el aire y se llaman aviones. Seguramente conociste los diseños de máquinas para volar que hizo otro toscano, el artista e inventor del siglo XV Leonardo da Vinci.

A lo largo de los siglos que nos separan, se han inventado una variedad de máquinas para volar. Las que utilizamos ahora son enormes y de metal. Avanzan más o menos con el mismo principio que los otros medios de transporte, y se mantienen a flote a pesar de que pesan mucho porque las alas están diseñadas para aprovechar el empuje del aire cuando avanzan contra él. En uno de estos fui a Oaxaca la semana pasada y llegué en 45 minutos en vez de las 6 horas que hubiera tardado en automóvil.

Con todo esto, como te podrás imaginar, las distancias se acortan y el mundo aparenta ser más pequeño. Ahora nos movemos más lejos y más rápido, y es justamente por eso a veces prefiero quedarme en casa y sólo ir tan lejos como mis piernas me lo permitan.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Una pregunta sobre Saturno

Hay una pregunta que me hicieron después de la charla en Oaxaca que creo que te puede interesar.

Para enfatizar que la ciencia no es un mero conjunto de datos sino un proceso, además de tus descubrimientos les hablé de un fenómeno que no terminaste de entender. Les mostré los dibujos de Saturno que hiciste a lo largo de los años: primero como tres cuerpos (el planeta y dos satélites), luego -para tu gran sorpresa- solito y finalmente con algo así como asas a los lados. Les platiqué que en todo ese tiempo, aunque aventuraste algunas explicaciones, no acabaste de entender por qué cambiaba de ese modo su apariencia.


Y, claro, una chica quiso saber cómo se explican estas formas. Le expliqué que poco tiempo después de tu muerte empezó a cambiar algo muy importante. Antes se había tratado de explicar el asunto como el resultado del movimiento de unos satélites que se creía que estaban ahí. Por ahí de 1642 el énfasis cambió a simplemente mirar las formas que iba tomando Saturno. Fue el holandés Christian Huygens quien en 1659 acabó por entender el asunto y lo hizo de un modo que seguramente te agradará. Hizo numerosas observaciones, dibujó lo que veía con el mayor detalle posible y luego miró el conjunto de datos que tenía (un poco como tu estudio sobre las manchas solares). Con todo esto llegó a la conclusión de que Saturno está rodeado por un disco que éste está inclinado respecto del plano de traslación del planeta, como se ve en su dibujo:

Aquí, al centro está el Sol, la elipse pequeña es la órbita de la Tierra, y la grande es la de Saturno. Afuera, en cada caso, está el dibujo de cómo lo vemos en cada momento. Debido a la inclinación y dependiendo de las posiciones relativas de los dos planetas, a veces vemos una gran parte del disco, otras sólo un poco, y otras, nada. De esta manera se explican los cambios de forma que te dejaron perplejo.

Paro aquí para que absorbas esta novedad, pero ya te contaré más de lo que sabemos hoy sobre Saturno y su disco.

martes, 7 de octubre de 2008

Ciudad espejo

Hace algunos días que no te escribo porque salí de viaje. Fui a Oaxaca, una ciudad bellísima en el sureste de mi país. La primera vez que estuve ahí, hace más de veinte años, quedé literalmente encantada por el lugar, su gente, sus artes y su comida. Desde entonces he regresado siete u ocho veces, en momentos muy distintos de mi vida y Oaxaca ha sido como un espejo para mí. Cuando vuelvo a recorrer sus calles, plazas y mercados, veo cómo ha cambiado y recuerdo las diferentes versiones de mí que han pasado por ahí.

Pero esta vez no fui nomás a mirarme en ese espejo mutante; me invitaron dar una conferencia en una escuela preparatoria del estado. Hace algunas semanas me escribió Zinthia Fuentes, una chica muy amable que trabaja en el CECYTE, para saber si podía ir a uno de sus planteles y contarles algo de astronomía. Acepté gustosa y ofrecí llevarles la charla que llamé Galileo astrónomo y que hice con el material del libro que acabo de terminar. En ella explico la concepción del universo que tuvimos en occidente durante casi dos mil años, la manera en que ésta empezó a cambiar en el siglo XVI y tu aportación a este proceso gracias al telescopio.

Mientras escribía el libro sobre tu trabajo como astrónomo, le di esta conferencia a varios grupos para ver cómo recibían el tema y oír qué preguntas les surgían. Antes de entregar el manuscrito tuve la oportunidad de darla en una preparatoria, en la Facultad de Ciencias, en el Instituto de Astronomía y con un grupo de aficionados. La interacción con estos públicos me ayudó mucho para llegar a la versión final del texto. Y desde entonces, siempre que puedo, vuelvo a dar esta conferencia para contarles sobre tu trabajo (¡y el mío!).

miércoles, 1 de octubre de 2008

Historias

Ayer en la tarde me vi en un café con mi amiga Gisela Mateos para definir un curso que vamos a dar en la Facultad de Ciencias el año que viene. Queremos revisar lo que se conoce y mostrar un panorama de las cosas que han dicho sobre ti los historiadores de la ciencia.

La discusión estuvo muy interesante, porque cada quién ve el tema desde un punto de vista distinto. Gisela estudia la historia de la física del siglo XX y mira el fenómeno desde la perspectiva de las maneras en que se producen y se transmiten los instrumentos y las prácticas en la ciencia. Yo estudio la astronomía en México, también en el XX, y me interesa la comunicación de los científicos con diversos públicos.

Coincidimos en que queremos empezar con algunas sesiones dedicadas a los hechos sobre tu vida, el contexto que te rodeaba y tus aportaciones a la física y la astronomía. Incluso esta primera sección, que suena bastante sencilla, dará mucho que discutir, pues la historia es una tarea de interpretación, y se han hecho muchas sobre tu obra.

En la siguiente sección del curso intentaremos mostrar a los alumnos algunos ejemplos de la diversidad de maneras en que se ha estudiado tu trabajo. Juntando nuestros intereses, la lista de temas que quisiéramos resaltar es demasiado larga, incluso para un semestre entero. Al final nos decidimos por algunos temas como el uso de imágenes para la comprensión de la naturaleza, los debates entre científicos, la producción de instrumentos y las maneras en que se difunde su uso y los debates que se dan entre los historiadores que estudian todo esto.

Para terminar vamos a dejar dos o tres sesiones para echar un vistazo a las maneras en que tu historia se ha entendido y contado en la cultura en general. Por lo pronto sabemos que queremos discutir una obra de teatro que se llama Vida de Galileo y que fue escrita por el dramaturgo alemán Bertolt Brecht a mediados del siglo XX. Usaremos algunos ejemplos de divulgación y, si encontramos una grabación de la ópera Galileo del músico estadounidense contemporáneo Philip Glass, también la incluiremos.

Todavía tenemos mucho trabajo por delante, pues nos falta definir las lecturas para cada clase. Y anunciar el curso, y conseguir estudiantes, y dar las clases, claro!

lunes, 29 de septiembre de 2008

Lecturas

Ayer retomé la lectura de Galileo Courtier, de Mario Biagioli. Lo había dejado de un lado hace algunas semanas, mientras esperaba los comentarios de mis amigos sobre mi manuscrito. No quería hacerme bolas con más información y ahora que el manuscrito está en manos de la editorial, regreso feliz a este libro.

Biagioli es un historiador de la ciencia estadounidense que se ha dedicado a estudiar tu trabajo desde un punto de vista muy interesante. Conoce bien tus aportaciones a la ciencia y le importa explicarlas como parte del contexto que las rodeó. En este libro, por ejemplo, organiza el recuento de tu vida profesional alrededor del mecenazgo que dominaba la Europa de entonces. Primero explica la importancia de esa forma de “patrocinio” para que cualquier proyecto prosperara. Y luego muestra cómo se pueden entender muchas de tus acciones (como los debates que sostuviste, o la forma de diálogo de algunos de tus libros) como parte de esta estructura social. Cuando lo termine te cuento más.

No sé si te lo puedas imaginar, pero en estos cuatrocientos años se han escrito cantidad de cosas acerca de ti. A las biografías regresaré en otra ocasión, pero te adelanto que la primera fue la de tu alumno Vincenzo Viviani y que seguramente la última todavía no se escribe. Hay tratados, ensayos, artículos en revistas de investigación (de la ciencia y de su historia), entradas en las enciclopedias de cada época y país, libros como el que estoy leyendo y otros de divulgación. Además, tus obras se han traducido a muchos otros idiomas y aún hoy se siguen editando. Para escribir mi libro utilicé todas estas fuentes de información, pero principalmente las más recientes. Ya te iré comentando sobre mis lecturas para que veas lo que se ha pensado y escrito sobre ti.

Biagioli, Mario (2008), Galileo cortesano. La práctica de la ciencia en la cultura del absolutismo, Katz Editores, Buenos Aires.

jueves, 25 de septiembre de 2008

¡Una mancha!

El lunes supe que se observó una mancha en el Sol y me dio muchísimo gusto. Hace tiempo que no veíamos ninguna y me gustaría que el año que viene todos puedan ver manchas como las que tú observaste desde 1610.

En la Dirección General de Divulgación de la Ciencia de la UNAM estamos organizando diversas actividades para el 2009 como conferencias y, por supuesto, observaciones. Una de nuestras compañeras, Dalila Martínez, diseñó un telescopio solar sencillo con el cual el público que asista al museo también podrá observar al “astro rey”.

Te dará gusto saber que seguimos observando al Sol y hemos comprobado tu idea (entonces muy audaz) de que las manchas están en el Sol mismo, y no son planetas que giran muy cerca de él. A través de los cuatrocientos años que nos separan hemos visto que, tal y como tú lo dijiste, giran con él, y que con el tiempo cambian de forma, tamaño e intensidad. Con telescopios e instrumentos que son descendientes de los que tú hiciste, encontramos que el Sol es una enorme bola de gas caliente, y que sus manchas son evidencia de la actividad en su interior. Gracias a la acumulación de observaciones a través del tiempo, sabemos que esta actividad no es constante, sino que varía con el tiempo. Aproximadamente cada once años llega a su máximo (y entonces se ve el mayor número de manchas) y luego va disminuyendo hasta llegar a un punto (como ahora) en que no hay ninguna mancha sobre la superficie del Sol.

La imagen que te envío fue tomada con el SOHO, un telescopio que fue lanzado al espacio en diciembre de 1995 y desde entonces gira alrededor de la Tierra como si fuera otro satélite más. Desde ahí mira al Sol para tratar de responder preguntas importantes sobre la estructura y dinámica de su interior, así como la presencia de la corona y del viento solar.

Si quieres ponerte al día sobre este tema, te recomiendo que visites la página del SOHO y empieces por la sección llamada “Classroom”.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Antes que nada, me presento

Espero que disculpes mi atrevimiento en escribirte, pero llevo todo este año leyendo sobre tí, y casi siento que te conozco.

Mi nombre es Susana Biro y soy mexicana. Estudié física y luego astronomía y desde 1996 me dedico a la divulgación de la ciencia en la Universidad Nacional Autónoma de México.

En 2009, en unos pocos meses, se cumplen cuatrocientos años desde que hiciste tus primeros telescopios, los apuntaste al cielo y descubriste innumerables maravillas. Para celebrarlo, los astrónomos de todo el mundo se han organizado y habrá actividades durante todo el año. Ya puedes ver lo que se está organizando en México en http://www.astronomy2009.org.mx/

Como me gusta mucho la historia de la ciencia, aproveché este momento y desde enero empecé a escribir un libro acerca de tí. Justo hoy acabo de ir a la editorial para entregar el manuscrito y finalmente puedo sentarme a escribirte para contarte todo lo que ha pasado en la astronomía desde 1609.