Mostrando entradas con la etiqueta OAN. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta OAN. Mostrar todas las entradas

viernes, 4 de diciembre de 2009

Revolucionarias, ideas

Confidencial
Guadalajara. Agosto 24 de 1885

Sr. Presidente de la República
Gral. D. Porfirio Díaz
México

Mi muy estimado Sr. Gral. y fino amigo:

Siguiendo en mis propósitos de tener a Ud. al corriente de cuanto ocurra por acá, confirmo el contenido de mi mensaje en cifras de esta fecha, repitiéndole que anoche fueron arrojados con profusión en las calles de esta Ciudad los papeles sediciosos como los que tengo la satisfacción de adjuntar a Ud. cuyos papeles fueron recojidos en su mayor parte por la policía sin lograr la aprehensión de las personas que los tiraban.

Así empieza una carta que me encontré el martes que fui a trabajar al Archivo Porfirio Díaz en la Biblioteca de la UIA. El catálogo del archivo tiene varios volúmenes con tres tipos de índices: de lugar (y ahí busco Tacubaya), onomástico (como Anguiano o Díaz Covarrubias) y por tema. Éste último lo leo todo, porque nunca sabes lo que pueda servir. Y aunque no está entre los temas que busco para conocer la historia del Observatorio Astronómico Nacional, no pude evitar ir a ver esta carta que aparecía bajo el tema “revolucionarias, ideas”. Desafortunadamente no se conservan los "papeles sediciosos".

También encontré información más relacionada con mi tema de estudio. Está, por ejemplo, una carta en la que varios funcionarios de Tacubaya (entre ellos Ángel Anguiano, director del OAN) ofrecen todo su apoyo a Don Porfirio para expresar “nuestra adhesión, procurando tocar cuantos recursos estén a nuestro alcance para conseguir la elección de las personas que tenga a bien designarnos”. Supongo que te resultará tan curioso como a mí, pues aunque había elecciones, por lo visto no eran exactamente libres.


La carta más relacionada con el OAN que descubrí esta vez está fechada el 26 de marzo de 1885. Fue enviada por Anguiano a Don Porfirio para informarle que el telescopio grande ecuatorial había quedado instalado y dice: “su instalación, aunque provisional, hará época en los anales astronómicos de México”. A continuación invita a Díaz a que venga a visitarlos para observar a Júpiter y Saturno, que en ese momento se podían ver bien. Está también la respuesta, donde el presidente lo felicita y promete ir a visitar el OAN.

El gran ecuatorial es uno de los instrumentos que se compraron para la fallida observación del tránsito de Venus en 1882. Tuvieron que instalarlo de manera un tanto precaria en el jardín en Tacubaya, pues no había un edificio para él y posiblemente Anguiano quería pedir apoyo para la construcción que requerían.

Aunque ésta última sea la carta más astronómica, el conjunto ayuda a darnos una idea de cómo era el mundo social y político en el que nació y creció el OAN.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Ponerse de acuerdo

Por mí, seguiría revisando material nuevo acerca de la historia de la astronomía en México en el siglo XIX. Pero sólo me quedan dos semanas antes de zarpar hacia el viejo continente, y debo hacer una pausa en mis polvosas exploraciones para organizar lo que tengo y llevarlo al congreso.

Como te conté hace algunas semanas voy encontrando que un personaje clave para entender las primeras décadas después de la fundación del Observatorio Astronómico Nacional es el Ing. Francisco Díaz Covarrubias. Pero además, de lo que he estado leyendo, me parece ver otro hilo conductor muy interesante. Nuestra participación en las observaciones de sendos tránsitos de Venus en 1874 y 1882 formaron parte de un proyecto internacional cuyo objetivo era determinar con mayor precisión la distancia al Sol. Esto, a su vez, ayudaría a conocer mejor el Sistema Solar.

En 1874 grupos de astrónomos de todo el mundo observaron este fenómeno, lo registraron e hicieron sus cálculos. Aún así, siguieron encontrando una gran disparidad en las medidas de unos y otros. En preparación para el siguiente tránsito, en 1881 se reunieron en una conferencia internacional en París. Ahí decidieron hacer las observaciones de una manera más sistemática, y acordaron el tipo de instrumentos que utilizarían, así como el modo en que realizarían sus observaciones y reportarían sus resultados.



Según Agnes Clerke*, esta segunda ronda no los llevó más cerca de conocer la distancia entre la Tierra y el Sol. Sin embargo, visto desde acá, queda claro que reunió y puso a dialogar a grupos de astrónomos muy diversos sobre sus instrumentos y sus técnicas. Este proceso, que también estaba sucediendo en las otras áreas de la ciencia, abrió posibilidades que antes no existían. Y fue justamente entonces que nació otro proyecto internacional, La Carta del Cielo, que fue concebido por un astrónomo australiano e impulsado por otro francés.

A finales del siglo XIX estaba sucediendo otra cosa en la astronomía: la irrupción (muy bien recibida, claro está) de la fotografía y el nacimiento de la astrofotografía. Una de las grandes ventajas que nos da la fotografía es que registra con precisión las posiciones de los astros al tiempo que detecta objetos que no son visibles para el ojo humano. Naturalmente, muchos por ese tiempo pensaron en hacer una carta o mapa del cielo que, con el uso de la fotografía, sería mucho más preciso que todos los anteriores.

Una vez más, astrónomos de todo el mundo se reunieron en París, esta vez en 1887, y decidieron perseguir la ambiciosa meta de cartografiar todo el cielo. Para nuestra enorme fortuna (esta es toda otra historia que te contaré más adelante), México quedó incluido dentro de los 18 observatorios que se repartieron el cielo (y el trabajo, claro). De modo que, a través de nuestros documentos tenemos una ventana a este complicado proceso que fue acordar estándares y luego negociar las inevitables excepciones.

Y lo que quiero hacer para mi congreso es mostrar el caso de México como un ejemplo de la implementación real de ese proyecto.

*Clerke, Agnes M. (1902), A Popular History of Astronomy in the Nineteenth Century (ital), Sattre Press (edición facsimilar, 2003), Decorah.

viernes, 14 de agosto de 2009

Polvo somos...

Una manera muy eficaz de cobrar conciencia de que “...en polvo nos convertiremos” es trabajar en un archivo histórico. Llevo un par de días revisando los Anuarios del Observatorio de Tacubaya y algunos folletos que resguarda la Biblioteca del Instituto de Astronomía , ¡y he sacado iguales cantidades de información y polvo!

Para mi enorme gusto, a través de los Anuarios veo que me equivoqué en algo que dije hace poco en el coloquio El legado de nuestros antepasados . Estoy en el proceso de revisar todos los documentos relacionados con los primeros años del Observatorio Astronómico Nacional de México para entender mejor ese periodo. Cuando les conté acerca de ello en el coloquio, sólo conocía lo que había extraído del Fondo Observatorio Astronómico Nacional. A partir de esos documentos, pude ver que en 1877 se anunció la formación de tres nuevos observatorios en México: uno meteorológico, y dos astronómicos, el Central y el Nacional, en Chapultepec. El Central tenía dos objetivos principales muy claros: formar jóvenes en astronomía práctica y apoyar a los geógrafos en la determinación de la posición de ciudades y fronteras.

El Observatorio Astronómico Nacional, en cambio, parecía haberse formado por razones más rimbombantes, pero poco aterrizadas. Los documentos sobre su fundación citan “el avance de la nación” y “el progreso de la ciencia” pero no mencionan los proyectos específicos a los que se pensaban dedicar. Yo tenía la sensación de que se fundó sin un proyecto científico que lo vertebrara, y así lo dije hace unas semanas. Ahora entiendo que no es así, y que el asunto es mucho más interesante de lo que imaginaba.

Al parecer, todo empezó con el Ingeniero Geógrafo Francisco Díaz Covarrubias, a quien le encargaron fundara un Observatorio en 1862. Aunque lo tuvo que abandonar casi de inmediato por la inestable situación política, unos años después logró convencer al nuevo gobierno de apoyar una expedición mexicana para ir hasta Japón para observar el tránsito de Venus por el disco solar en 1874.

Bueno, pues en 1878 se inauguró formal y rimbombantemente el OAN y en un folleto de 1882* Ángel Anguiano, su primer director nos explica que:


En el anterior paso de Venus el Gobierno Mexicano tuvo el acertado pensamiento de enviar a Japón una comisión que supo dar a México el honor que le corresponde entre las naciones cultas. En el próximo paso del fenómeno es visible en la República Mexicana y recuerdo que el pensamiento capital que guió al Supremo Gobierno al decretar la instalación de un Observatorio Astronómico Nacional fue el de que, pasados pocos años, México debía, por un compromiso solemne ante el mundo científico, tener arreglado el local a propósito para tal observación y que llenase además las miras de un gobierno verdaderamente ilustrado.


Y pasa a decir que el motivo de su reciente viaje a Europa había sido conseguir los mejores instrumentos y conocer las más recientes técnicas para poder llevar a cabo dicha observación del tránsito de Venus. Es decir que, no sólo tenían proyecto, sino que era la continuación de aquél iniciado por Díaz Covarrubias y había un grupo interesado en ello.

*Anguiano, A. (1882), Viaje a Europa en Comisión Astronómica, Imprenta F. Díaz de León, México.

viernes, 12 de junio de 2009

Evidencia indirecta

Esta tarde tengo un rato para dedicar a mi trabajo de historia de la astronomía. Antes te había platicado de una parte de este trabajo, centrada en la divugación de Joaquín Gallo entre 1915 y 1946. Ahora llevo un rato viendo lo que pasó antes, desde la fundación del OAN en 1878 hasta el inicio de la Revolución Mexicana en 1910. Quiero entender quiénes eran los astrónomos de entonces, qué querían hacer y que pudieron hacer.

Esta parte de la historia se ha contado poco, porque no se tenía acceso a los documentos. Pero ahora, con nuestro trabajo de catalogación del Fondo Observatorio Astronómico Nacional (FOAN), es posible decir mucho más.

Revisando las imágenes de los documentos que quiero utilizar para mi ponencia "Ser astrónomo en el Porfiriato", caigo en cuenta de cuánto se parece el trabajo del historiador al del astrónomo. Ambos quieren entender una cosa que está lejos, en el espacio o en el tiempo, y tienen apenas una que otra pista de lo que pasó. A partir de esta evidencia indirecta construyen su interpretación y, para asegurarse de que van bien, se la muestran a sus colegas.

El FOAN es grande (más de 400 cajas!) y contiene joyas de las cuales se puede extraer mucha información, como los documentos donde se ven claramente los minuciosos cálculos que tenían que hacer, o los informes donde reportaban su trabajo. Al leerlos es casi como si oyéramos a los astrónomos de entonces.


En ocasiones nos encontramos con cosas que nos dejan con una sensación ambigua: de alegría por tener evidencia de algún suceso, y de tristeza al constatar cuántos documentos se han perdido. El caso de la biblioteca es así. En el FOAN tenemos la documentación que muestra la administración de la biblioteca, con el registro de las adquisiciones y préstamos. La lista de los libros que tenían es impresionante, y nos dice mucho acerca de lo que sabían y hacían entonces. Pero al mismo tiempo es espeluznante, pues hace evidente cuántos de esos libros se perdieron a través de los años.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Una astrónoma

Puesto que llevo varios meses escribiéndote, sabes que por lo menos existe una astrónoma en México. Pero seguramente ya te habrás imaginado que no soy ni la única ni la primera. Para cuando yo empecé a tomar materias sobre este tema en la Facultad de Ciencias de la UNAM, aproximadamente la mitad de los astrónomos profesionales en el Instituto de Astronomía eran mujeres.

Esto, claro, no siempre fue así. El Observatorio Astronómico Nacional (OAN) se fundó en 1878 y su primer director, Ángel Anguiano, había estudiado ingeniería civil y arquitectura. Los siguientes directores fueron ingenieros geógrafos, pues en esa época la labor principal del Observatorio era ayudar a determinar las posiciones de ciudades y fronteras.

Un poco antes de 1900 el OAN inició su participación en un proyecto internacional puramente astronómico: La Carta del Cielo. Nuestra tarea era tomar fotos del cielo que se puede ver entre los 9 y 16 grados de latitud sur para detectar todas las estrellas por arriba de cierto brillo. Muchos países colaboraron y la suma de todos los esfuerzos se reunieron en sendos catálogos.

Para realizar este proyecto debíamos llevar a cabo varias tareas. Primero exponer las placas de vidrio con película fotográfica a la luz que pasaba por el telescopio; luego contar las estrellas que aparecían en cada placa y medir su brillo; finalmente, calcular su posición real en el cielo. En cada tarea había un especialista, y la tarea de contar y medir estrellas la hacían generalmente mujeres. Esto probablemente se debe a que es una labor que requiere de mucho cuidado y poca preparación. La que ves aquí es una impresión de una de esas placas.




Lo de la particípación de las mujeres lo sabía yo porque lo había leído, pero ahora que estamos organizando el Fondo Observatorio Astronómico Nacional hemos visto sus nombres en los formatos. Esta semana, por ejemplo, encontramos que por ahí de 1902 había una Srta. Veloz (así dice, no lo estoy inventando) que hizo las mediciones para muchas placas.

La situación de la formación de los astrónomos fue cambiando conforme quedó claro que hacía falta conocer física para poder plantear y responder preguntas interesantes sobre el Universo. Pero la situación de las mujeres tuvo que esperar a que llegara a nuestro país Paris Pismis, doctora en astronomía de origen armenio y nacionalidad turca que conoció al mexicano Felix Recillas en Harvard, se casó con él y terminó trabajando en nuestro país.

Así, Paris se convirtió en la primera astrónoma de México en dos sentidos: primera mujer y primera persona con un doctorado en astronomía. Además de sus temas de investigación (entre los que estaban las galaxias de las cuales ya te platiqué un poco), dedicó mucho tiempo a la docencia. Y, en cierto modo, todos los astrónomos que le seguimos somos sus descendientes intelectuales. En esta foto que te pongo se ve como yo la recuerdo.

domingo, 30 de noviembre de 2008

Mi otra cachucha

Esta semana fue el XI Congreso Mexicano de Historia de la Ciencia y la Tecnología y, con mi colega Jorge Bartolucci, organizamos una mesa de trabajo sobre la catalogación y consulta de archivos históricos relacionados con la ciencia. Llevamos un poco más de un año organizando el Fondo Observatorio Astronómico Nacional (FOAN) y queríamos saber qué opinaban otros acerca del modo en que lo estamos haciendo. Los demás puntos de vista y la discusión fueron muy interesantes.

Jorge es sociólogo y desde hace casi veinte años estudia la comunidad de astrónomos de la UNAM. Uno de los productos de su trabajo es el único libro que yo conozco que cuenta de manera coherente el origen y desarrollo de lo que llegó a ser el Instituto de Astronomía de la UNAM.

Como parte de su trabajo, en 1992 encontró arrimadas en una bodega polvorienta en Tonanzintla, un montón de cajas llenas de documentos pertenecientes al Observatorio (esta foto es de cuando estuvo en Tacubaya). Al revisarlos se dio cuenta de que abarcaban aproximadamente el periodo desde su fundación en 1878 hasta 1970. Además de utilizarlo para su investigación, consiguió que el Instituto de Astronomía lo donara al Archivo Histórico de la UNAM, donde se encuentra (fumigado y metido en cajas) desde entonces.

Cuando lo conocí en 2002, como supo que soy astrónoma y divulgadora, Jorge me mostró un expediente bien curioso. Se trata del largo intercambio epistolar entre el Ing. Joaquín Gallo (director del Observatorio entre 1915 y 1946) y Emilio Nolte (minero del estado de Guerreo y aficionado a la astronomía). Ese expediente funcionó en mi cerebro como un anzuelo: primero me enganchó y desde entonces no me ha dejado de jalar.

Sobre la relación entre Nolte y Gallo (en la foto) escribí muy pronto un artículo de divulgación. Más adelante también convencí a mi amiga Gisela Mateos, que es historiadora de la física, de que investigáramos el caso más a fondo. Así fue como acabamos hasta las narices en polvo durante meses, recorriendo una por una las más de cuatrocientas cajas de documentos del FOAN que no tenían orden alguno. Como recompensa a nuestros esfuerzos obtuvimos bastante información para poder reconstruir y contar las labores de divulgación de Gallo. Hemos llevado nuestros resultados a varios congresos y conferencias, y están a punto de aparecer publicados como capítulo en un libro.

Cuando terminamos de revisar el archivo me prometí solemnemente dos cosas: que iba a seguir estudiando la historia de la astronomía en México, y que nunca más volvería a consultar ese archivo si no estaba ordenado. Lo primero lo he seguido haciendo y lo segundo lo voy a poder hacer muy pronto.

Con el apoyo del Dr. Jorge Cantó (investigador del Instituto de Astronomía, mi director de tesis de licenciatura, y ahora mi amigo) en septiembre de 2007 Bartolucci y yo pudimos reclutar a dos estudiantes y comenzar la laboriosa tarea de organizar el archivo. Ahora tembién contamos con apoyo del Instituto y a inicios del próximo año debemos terminar la primera fase (de los documentos hasta 1929), pero desde ahora están saliendo cosas importantes para la historia de la astronomía mexicana.