Hace algunos días que no te escribo porque salí de viaje. Fui a Oaxaca, una ciudad bellísima en el sureste de mi país. La primera vez que estuve ahí, hace más de veinte años, quedé literalmente encantada por el lugar, su gente, sus artes y su comida. Desde entonces he regresado siete u ocho veces, en momentos muy distintos de mi vida y Oaxaca ha sido como un espejo para mí. Cuando vuelvo a recorrer sus calles, plazas y mercados, veo cómo ha cambiado y recuerdo las diferentes versiones de mí que han pasado por ahí.
Pero esta vez no fui nomás a mirarme en ese espejo mutante; me invitaron dar una conferencia en una escuela preparatoria del estado. Hace algunas semanas me escribió Zinthia Fuentes, una chica muy amable que trabaja en el CECYTE, para saber si podía ir a uno de sus planteles y contarles algo de astronomía. Acepté gustosa y ofrecí llevarles la charla que llamé Galileo astrónomo y que hice con el material del libro que acabo de terminar. En ella explico la concepción del universo que tuvimos en occidente durante casi dos mil años, la manera en que ésta empezó a cambiar en el siglo XVI y tu aportación a este proceso gracias al telescopio.
Mientras escribía el libro sobre tu trabajo como astrónomo, le di esta conferencia a varios grupos para ver cómo recibían el tema y oír qué preguntas les surgían. Antes de entregar el manuscrito tuve la oportunidad de darla en una preparatoria, en la Facultad de Ciencias, en el Instituto de Astronomía y con un grupo de aficionados. La interacción con estos públicos me ayudó mucho para llegar a la versión final del texto. Y desde entonces, siempre que puedo, vuelvo a dar esta conferencia para contarles sobre tu trabajo (¡y el mío!).
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