sábado, 25 de septiembre de 2010

Centro, círculo, circunferencia

Yo no sabía que Giordano Bruno había hecho los grabados para sus libros. En un artículo que acabo de leer* encontré algunas de las imágenes -sencillas y muy fuertes- que utilizó para explicar mejor sus ideas. Y es que él creía que el acto mismo de crear las imágenes le permite a la mente aprehender verdades más altas. Por ejemplo, en el diálogo de La cena de las cenizas, Torcuato dibuja esto para explicar y contrastar los universos de Tolomeo y Copérnico.

Como seguramente sabías, Bruno imaginó que el universo era infinito, que había más mundos que el nuestro y que cada estrella era el centro de un sistema con otros planetas. En varias de sus obras escribió y dibujó el modo en que creía que esto podía acomodarse. Por ejemplo, en su De triplici minimo et mensura, aparece este grabado en que muestra que cada mundo como el nuestro tiene seis mundos vecinos.

En todas sus obras aparecen los centros, círculos y circunferencias, tanto en las que tratan de geometría como las de teología. Para enfatizar sus ideas y convencer a sus lectores, agregó imágenes como estas que ves.

*Luthy, Christoph, "Centre, Circle, Circumference: Giordano Bruno's Astronomical Woodcuts", Journal for the History of Astronomy, xli, 2010.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Carrozas voladoras

Sigo leyendo Voyages to the Moon y acabo de terminar el capítulo acerca de las diversas carrozas voladoras que imaginaron en los siglos XVII y XVIII. Algo que resulta interesante acerca de éste, el cuarto de los modos que revisa Nicolson para llegar a la luna, es cómo los personajes construyeron sus carrozas utilizando el conocimiento proveniente de la ciencia en su momento. Así, como mecanismos de propulsión utilizaron velas de barco, papalotes, fuegos artificiales, imanes o globos.

Pero, como también se escribieron parodias sobre estos viajes cósmicos, existe una buena colección de medios más bien chuscos. En sus viajes a la Luna y al Sol, Cyrano de Bergerac, va probando varios. Primero llena muchos frascos de rocío y se los ata al cuerpo. Así, al amanecer, el Sol se lleva al rocío, y con él, al viajero cósmico. Como este mecanismo sólo lo lleva hasta Canada, sigue construyendo diversas máquinas que usan alas, resortes, fuegos artificiales y lentes, hasta que finalmente llega a la Luna.

Una de las propuestas serias más interesantes de entonces fue la que hizo el italiano Fancesco Lana en su obra de 1775, Prodromo. Se trata de un barco bastante convencional, con vela y remos, pero con la ingeniosa adición de cuatro globos vacíos, y por lo tanto más ligeros que el aire. Esta nave cósmica dio mucho de que hablar, pues en ese tiempo no se sabía lo suficiente sobre el aire, el vacío y los materiales que lo podrían soportar.

Concuerdo completamente con Nicolson cuando termina este capítulo diciendo:
The cosmic voyage will go on, but after the invention of the balloon it suffers a change into something, I think, less rich and strange. [...] In our modern* imaginary journeys to the planets men sail in great space ships constructed upon sound technological principles. [...] Their devices for flight are far more plausible and realistic than any I have related to you. They have gained verisimilitude, but they have lost the exitement of breathless discovery.

*No olvides que ella escribió en 1948.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Otros mundos

El libro que estoy leyendo ahora te encantaría. Se llama Voyages to the Moon y fue escrito en 1948 por una de mis autoras favoritas, Marjorie Hope Nicolson.

Nicolson fue una experta en el tema de la ciencia en la cultura inglesa del siglo XVII y le he leído otros libros maravillosos como Newton demands the Muse, sobre la poesía que se escribió en torno de la figura de este hombre tan público, y Pepys' Diary and the New Science, en el que revisa los diarios de este inglés para ver dónde estaba la ciencia por entonces.

En Voyages... revisa la aparición de la idea de viajar a la Luna en la literatura (principalmente la inglesa) de los siglos XVII y XVIII. Para ello, primero repasa el tema en los siglos anteriores y dice que lo que sucedió en el XVII es cualitativamente diferente debido a los cambios que por entonces se estaban dando en las maneras de pensar acerca de la naturaleza (lo que hoy nosotros llamamos ciencia). Propone que, aunque siempre habíamos querido volar, y muchas veces imaginamos volar a la luna, sólo después de que tú la escudriñaste utilizando telescopio empezamos a imaginarla como otro mundo. Tus descripciones y dibujos de una luna con valles, montañas y océanos, dice Nicolson, sirvieron como una semilla a partir de la cual germinaron numerosas obras de ficción en las que también se encontraron habitantes y culturas allá.

Siguiendo a John Wilkins, quien en 1638 escribió Discovery of a New World in the Moon, Nicolson divide su libro en 4 capítulos principales, de acuerdo con el medio utilizado para volar a la luna. El primero eran los viajes sobrenaturales, remanentes de la vieja manera de pensar. De estos quizás tu conociste el Somnium de Kepler. El vuelo con ayuda de pájaros es el segundo medio, y el ejemplo más divertido fue escrito por Francis Godwin: Man in the Moone, or A Discourse of a Voyage Thither by Domingo Gonsales.
El uso de alas es el tercer método para volar y, a diferencia de los dos anteriores, éste sí que fue experimentado en esos siglos, aunque con muy poco éxito. El cuarto capítulo habla del uso de carrozas voladoras, pero aún no lo leo, así que no te puedo contar nada sobre él.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Gauss y Humboldt

Hace un par de semanas escuché una novela histórica inusual por breve y por tratar de personajes científicos. Se trata de La medición del mundo, del joven escritor alemán Daniel Kehlmann.

El libro empieza con el primer encuentro entre un gruñón Gauss y un eufórico Humboldt, ambos ya viejos. A continuación se regresa muchos años para recontar desde el inicio las vidas de ambos hasta aquel encuentro. Va alternando breves y ágiles capítulos sobre cada uno en los que retrata, con pocos pero certeros trazos, las personalidades de estos dos hombres tan diferentes. Así, van apareciendo el explorador y naturalista, incansable viajero y el matemático y astrónomo que prefirió medir el mundo desde casa.

La disfruté porque está bien escrita, y es muy entretenida. De paso, y sin ningún esfuerzo, conocí a estos dos personajes, sus respectivas obras y la época que compartieron.

Este libro inauguró una racha de novelas históricas. Me seguí con La gran marcha, de E.L. Doctorow, acerca de la guerra de sececión (que debería llamarse guerra de unión, ¿no?) de los Estados Unidos. Y ahora me dispongo a leer Expediente del atentado, de Álaro Uribe, que trata de un atentado contra Porfirio Díaz. Éste debo leerlo pronto si quiero alcanzar a ver la película que hicieron con él y que acaba de estrenar.