Mostrando entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta libros. Mostrar todas las entradas

sábado, 18 de septiembre de 2010

Carrozas voladoras

Sigo leyendo Voyages to the Moon y acabo de terminar el capítulo acerca de las diversas carrozas voladoras que imaginaron en los siglos XVII y XVIII. Algo que resulta interesante acerca de éste, el cuarto de los modos que revisa Nicolson para llegar a la luna, es cómo los personajes construyeron sus carrozas utilizando el conocimiento proveniente de la ciencia en su momento. Así, como mecanismos de propulsión utilizaron velas de barco, papalotes, fuegos artificiales, imanes o globos.

Pero, como también se escribieron parodias sobre estos viajes cósmicos, existe una buena colección de medios más bien chuscos. En sus viajes a la Luna y al Sol, Cyrano de Bergerac, va probando varios. Primero llena muchos frascos de rocío y se los ata al cuerpo. Así, al amanecer, el Sol se lleva al rocío, y con él, al viajero cósmico. Como este mecanismo sólo lo lleva hasta Canada, sigue construyendo diversas máquinas que usan alas, resortes, fuegos artificiales y lentes, hasta que finalmente llega a la Luna.

Una de las propuestas serias más interesantes de entonces fue la que hizo el italiano Fancesco Lana en su obra de 1775, Prodromo. Se trata de un barco bastante convencional, con vela y remos, pero con la ingeniosa adición de cuatro globos vacíos, y por lo tanto más ligeros que el aire. Esta nave cósmica dio mucho de que hablar, pues en ese tiempo no se sabía lo suficiente sobre el aire, el vacío y los materiales que lo podrían soportar.

Concuerdo completamente con Nicolson cuando termina este capítulo diciendo:
The cosmic voyage will go on, but after the invention of the balloon it suffers a change into something, I think, less rich and strange. [...] In our modern* imaginary journeys to the planets men sail in great space ships constructed upon sound technological principles. [...] Their devices for flight are far more plausible and realistic than any I have related to you. They have gained verisimilitude, but they have lost the exitement of breathless discovery.

*No olvides que ella escribió en 1948.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Otros mundos

El libro que estoy leyendo ahora te encantaría. Se llama Voyages to the Moon y fue escrito en 1948 por una de mis autoras favoritas, Marjorie Hope Nicolson.

Nicolson fue una experta en el tema de la ciencia en la cultura inglesa del siglo XVII y le he leído otros libros maravillosos como Newton demands the Muse, sobre la poesía que se escribió en torno de la figura de este hombre tan público, y Pepys' Diary and the New Science, en el que revisa los diarios de este inglés para ver dónde estaba la ciencia por entonces.

En Voyages... revisa la aparición de la idea de viajar a la Luna en la literatura (principalmente la inglesa) de los siglos XVII y XVIII. Para ello, primero repasa el tema en los siglos anteriores y dice que lo que sucedió en el XVII es cualitativamente diferente debido a los cambios que por entonces se estaban dando en las maneras de pensar acerca de la naturaleza (lo que hoy nosotros llamamos ciencia). Propone que, aunque siempre habíamos querido volar, y muchas veces imaginamos volar a la luna, sólo después de que tú la escudriñaste utilizando telescopio empezamos a imaginarla como otro mundo. Tus descripciones y dibujos de una luna con valles, montañas y océanos, dice Nicolson, sirvieron como una semilla a partir de la cual germinaron numerosas obras de ficción en las que también se encontraron habitantes y culturas allá.

Siguiendo a John Wilkins, quien en 1638 escribió Discovery of a New World in the Moon, Nicolson divide su libro en 4 capítulos principales, de acuerdo con el medio utilizado para volar a la luna. El primero eran los viajes sobrenaturales, remanentes de la vieja manera de pensar. De estos quizás tu conociste el Somnium de Kepler. El vuelo con ayuda de pájaros es el segundo medio, y el ejemplo más divertido fue escrito por Francis Godwin: Man in the Moone, or A Discourse of a Voyage Thither by Domingo Gonsales.
El uso de alas es el tercer método para volar y, a diferencia de los dos anteriores, éste sí que fue experimentado en esos siglos, aunque con muy poco éxito. El cuarto capítulo habla del uso de carrozas voladoras, pero aún no lo leo, así que no te puedo contar nada sobre él.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Gauss y Humboldt

Hace un par de semanas escuché una novela histórica inusual por breve y por tratar de personajes científicos. Se trata de La medición del mundo, del joven escritor alemán Daniel Kehlmann.

El libro empieza con el primer encuentro entre un gruñón Gauss y un eufórico Humboldt, ambos ya viejos. A continuación se regresa muchos años para recontar desde el inicio las vidas de ambos hasta aquel encuentro. Va alternando breves y ágiles capítulos sobre cada uno en los que retrata, con pocos pero certeros trazos, las personalidades de estos dos hombres tan diferentes. Así, van apareciendo el explorador y naturalista, incansable viajero y el matemático y astrónomo que prefirió medir el mundo desde casa.

La disfruté porque está bien escrita, y es muy entretenida. De paso, y sin ningún esfuerzo, conocí a estos dos personajes, sus respectivas obras y la época que compartieron.

Este libro inauguró una racha de novelas históricas. Me seguí con La gran marcha, de E.L. Doctorow, acerca de la guerra de sececión (que debería llamarse guerra de unión, ¿no?) de los Estados Unidos. Y ahora me dispongo a leer Expediente del atentado, de Álaro Uribe, que trata de un atentado contra Porfirio Díaz. Éste debo leerlo pronto si quiero alcanzar a ver la película que hicieron con él y que acaba de estrenar.

lunes, 2 de agosto de 2010

De Cavorita y Selenitas

Acabo de terminar de leer Los primeros hombres en la Luna, de H.G. Wells y me encantó. Del mismo autor ya había leído La máquina del tiempo y La guerra de los mundos, pero este es mucho mejor.

Trata de un científico, el señor Cavor (pequeño, gordito, desgarbado y distraído), que está intentando hacer un compuesto que sea opaco a la gravedad del mismo modo que una pared es opaca a la luz. Inicialmente su interés es puramente teórico, pero más adelante se le ocurre hacer una esfera cubierta de ese material, llamado Cavorita, para así escapar la atracción de la Tierra e ir a la Luna. En este increíble viaje lo acompaña el señor Bedford (joven, emprendedor, fracasado y oportunista).

El libro contiene muchas ideas de física y biología, pero están bien integradas a la narración de modo que en ningún momento atosiga ni confunde. De física, me gustaron las descripciones del ambiente libre de gravedad dentro de la esfera, y de la libertad de movimiento allá en la Luna donde uno pesa 1/6 de lo que pesa acá. De biología, la flora que puede vivir en aquellas condiciones extremas, y los Selenitas que –por lo mismo- viven en el interior de nuestro satélite.

Obviamente hoy ya sabemos muchas de las cosas que Wells tuvo que imaginar en 1901, así que para apreciar su libro tenemos que ponernos en su lugar. Es interesante, además, saber que lo escribió después de -y en respuesta a- De la Tierra a la Luna de Julio Verne.

miércoles, 28 de julio de 2010

El arca de Noé

Salí de vacaciones y llovía: mañana, tarde y noche, día tras día. Regreso y, ¡sigue igual!

Por lo visto, en mi ausencia hubo una junta de vecinos y decidieron empezar a reunir los animales. A pesar de que no están permitidos, ya tenemos dos gatos y dos pericos. No veo señales del arca...

Gracias a mi hermana, estuve unos días en Cuernavaca. Conocí su cocina remodelada para hospedar su nuevo negocio de pastelería. Participé en la producción de delicias y, por supuesto, en el consumo de las mismas.

Y gracias a Orhan Pamuk estuve en varios Estambules: el suyo de niño, el de ahora, y el de varios cronistas turcos y extranjeros a través de los siglos. Me quedo con ganas de conocer más acerca del imperio otomano. También me gustaría leer a los cronistas de mi ciudad, y ver cómo se compara lo que ellos vivieron con lo que yo conozco.

Ahora, en sólo tres días, ya estoy completamente reinsertada mi realidad. Regresé para encontrar que ya salió mi artículo sobre la historia del Observatorio en la revista ¿Cómo ves? Acto seguido empecé a escribir otro para la página argentina Historia de la Astronomía. Recibí una nueva tesis para revisar, y ya casi termino de preparar las lecturas y el cartel para el curso que daré este semestre. Mañana voy al archivo histórico para ver cómo van Aline y Carlos con el FOAN, y el viernes haré lo propio con Liliana en el Instituto de Astronomía.

¡Qué bueno es desconectarse, y qué bueno regresar!

martes, 18 de mayo de 2010

De montañas y mutilaciones

Desde hace rato que se me antoja releer La monaña mágica, de Thomas Mann. La primera vez me prestó su libro mi amigo Ernesto, pero él ahora vive en Barcelona, así que volvérselo a pedir está un poco difícil. Busqué alguna versión en audio, pero nomás no hay, así que finalmente el sábado emprendí una peligrosa expedición a la librería.

Como me suele suceder, iba por uno y salí con tres libros. El primero, que prácticamente me asaltó a la entrada, se llama Ciudades Sitiadas. Cien años a través de una metáfora arquitectónica y está escrito por Johanna Lozoya, que fue mi compañera en la prepa y a quien no he visto desde entonces. Se me antoja mucho pero se quedará en la pila de los libros que guardo para vacaciones.

El siguiente libro que me llamó la atención entre las demasiadas opciones lleva el breve título de Viaje al Japón. Se trata de una nueva edición de Viaje de la Comisión Mexicana al Japón para observar el tránsito del planeta Venus por el disco del Sol el 8 de diciembre de 1874, escrito por Francisco Díaz Covarrubias (de quien ya te he platicado antes).

Lo tomé sin dudar, pues se trata de una obra muy importante en la historia del inicio de la astronomía mexicana de la cual sólo he leído algunas partes porque es de difícil acceso. Camino a casa me iba imaginando el lujo de leer este libro completito en la comodidad de mi sillón favorito, y sufrí una gran desilusión al encontrar que esta nueva edición está incompleta. Y es que resulta que el editor, Hugo Diego, decidió omitir "las reflecciones y anotaciones de índole científica, dado su carácter de conocimiento especializado."

El resultado de esta mulitación arbitraria es, a mi parecer, otra obra completamente diferente de la original. Contiene el relato de un viaje que no se entiende (o, peor aún, se entiende mal), puesto que le han quitado la motivación, el eje mismo del viaje.

Y bueno, también encontré La montaña mágica, y ya estoy completamente sumergida en el ambiente de aquella fría montaña a donde iban a curarse los tuberculosos a principios del siglo XIX.

sábado, 24 de abril de 2010

De la jaula al laberinto


Antes de que se acabe abril, intentaré ponerme al corriente contigo. En Semana Santa me fui (bueno, me quedé) de vacaciones y leí muchísimo. Por un lado, terminé el divertidísimo audiolibro The Screwtape Letters, de C.S. Lewis, al que llegué después de leer su conmovedor A Grief Observed. De niña leí todos sus libros de aventuras y fantasía, y no sabía que también escribió esto otro. Aunque no comparto en absoluto su perspectiva desde la religión, me deleité en su sentido del humor en la primera obra y me sorprendí por la profundidad y claridad de su introspección en la segunda. Seguro que buscaré otras obras suyas.

Como planeaba, leí el ensayo sobre la mexicanidad de Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Disfruté tanto la forma como el contenido. Me abrió los ojos acerca de muchas cosas que no había pensado y, mejor aún, me dejó con muchas preguntas sin contestar. Al inicio de este texto publicado en 1987, el autor se hace una pregunta que es especialmente pertinente en este año de celebración tricentenaria:

¿Vamos a entrar en el tercer milenio con una conciencia nacional que es poco más que un conjunto de harapos procedentes del deshuesadero del siglo XX, mal cosidos por intelectuales de la primera mitad del siglo XX que pergeñaron un disfraz para que no asistamos desnudos al carnaval nacionalista?

Me quedo con ganas de leer muchas de las obras que cita Bartra, entre ellas El laberinto de la soledad de Octavio Paz. Es otro de esos que está aquí, en una repisa, esperando a que le toque su turno.

El libro de Tufte, en cambio, simplemente no me agarró y creo que se debe a que este gran autor empieza a repetirse. ¿Cómo hacer para evitarlo, para conservar esa "beginner's mind" de la que habla Suzuki? Una manera que se me ocurre es dejar del lado el tema viejo y empezar con uno nuevecito. Otra, un poco más difícil, sería abrirse para dejar entrar otros puntos de vista a nuestro trabajo.

Y después de ese brevísimo descanso, volví a ser engullida por el remolino de juntas-fechas límite-clases-artículos-dictámenes-seminarios del cual me asomo hasta hoy para escribirte. La última novedad de trabajo es que estoy organizando un pequeño archivo sobre una parte más reciente de la historia de la astronomía en México. Se trata de los (pocos) documentos que nos quedan del astrónomo estadounidense Harold Johnson, quien trabajó en el OAN en la década de los 70's. Gracias a Salvador Cuevas, conservamos algunas cartas y diagramas de instrumentos que están en tan mal estado, que hay que empezar por limpiarlos. Estoy haciendo esto en el Instituto de Astronomía, y el martes salí de ahí empanizada de polvo y quién sabe qué otras cosas. Cuando haya avanzado un poco más, te platico.

Sobre mi curso en la Facultad de Ciencias en el que estamos revisando la historia de tu vida y obra, sólo te puedo contar que me quedan algo así como 1.5 estudiantes. Esto no es porque lleguen al salón fragmentos de personas, sino porque la población es muy variable. Para la explicación de este curioso fenómeno también tendré que hacer algún promedio, pues oscilo entre flagelarme por incompetente y despreciarlos por holgazanes.

viernes, 26 de marzo de 2010

¡Vacaciones!

Se me han pasado los días y ya son más bien semanas desde que te escribo. Tengo pendiente contarte cómo voy con la clase sobre ti que estoy dando en la Facultad de Ciencias, y cómo fue escribir aquél artículo para niños de sexto de primaria (de 11 años, aprox.). Además, he avanzado en mi revisión sobre la historia de la historia de la astronomía en México para la ponencia que daré en mayo, y esto también está muy interesante.

...pero ¡tengo vacaciones por la Semana Santa! así que me temo que todo esto tendrá que esperar hasta que regrese.

Mis vacaciones van a ser aquí, ni siquiera en mi ciudad, en mi colonia. Procuraré moverme lo menos posible, y hacerlo muy lentamente, para así lograr la ilusión de contar con una vastísima cantidad de tiempo.

Tengo apartados dos libros que se me antoja mucho leer en este rato. Uno de ellos acaba de llegar a la biblioteca de la DGDC. Se trata del libro más reciente de uno de mis autores favoritos que me parece que te gustaría mucho a ti también. Edward Tufte es un experto en representación visual, y se ha vuelto algo así como un gurú de la visualización de datos, algo a lo que tú te dedicaste en los primeros años después de tu encuentro con el telescopio. Este libro, el quinto de una serie, se llama Beautiful Evidence y supongo que bastará con que te ponga el mero inicio para que se te antoje:
A colleague of Galileo , Federico Cesi, wrote that Galileo's 38 hand-drawn images of sunspots "delight both by the wonder of the spectacle and the acuracy of expression." This is beautiful evidence.
El otro libro que quiero leer en mis vacaciones está en el buró junto a mi cama desde hace meses, esperando pacientemente su turno. Se trata de una obra que he encontrado citada en muchos lugares interesantes y que creo que además de entretenido, me será muy útil. La jaula de la melancolía, del antropólogo mexicano Roger Bartra lleva el subtítulo: Identidad y metamorfosis del mexicano, con lo cual ya más o menos te puedes imaginar por dónde va.

Pero no sólo de libros vive esta mujer; tengo planes para ver a amigos, cocinar, y atender mi jardín que en esta temporada está creciendo tan rápido que exige mucha atención.

miércoles, 24 de febrero de 2010

De revolutionibus

Tu revolución no es mi revolución y eso fue lo que vimos en clase la semana pasada. Según muchos, fuiste parte de un movimiento llamado La Revolución Científica, pero te apuesto a que ni lo sabías. Para empezar, en tu época el término revolución se utilizaba para hablar de un movimiento, como el de los astros en torno del Sol. Es por eso, por ejemplo, que el libro de Copérnico se llama Sobre la revolución de los cuerpos celestes.

Para nosotros revolución significa un cambio violento en las instituciones políticas o sociales, y algunos historiadores en el siglo XX decidieron etiquetar como revolución lo que le sucedió a la ciencia por ahí del siglo XVII. Ahora se discute mucho esta etiqueta*, por varias razones. Nadie duda que hubo un cambio, del cual incluso ustedes estaban concientes. Fue entonces que la naturaleza se empezó a estudiar de una manera diferente: mediante experimentos, utilizando instrumentos y apoyados en las matemáticas. Pero esta transformación fue todo menos violenta; tardó muchos años (varias generaciones) en ser asimilada. Al final de casi un siglo, prácticamente todos estaban de acuerdo, pero ese periodo está lleno de personas y sucesos que hoy no reconocemos como científicos, y que sin embargo fueron importantes para el proceso.

La discusión en clase sobre este tema estuvo muy buena. Había mucho que decir y todos le entraron. En cambio, en la clase de ayer prácticamente no pasó nada. Los alumnos tenían que leer una versión muy sencilla de tu biografía, la que escribió Stillman Drake para el Dictionary of Scientific Biography. Aline (que además de trabajar en el archivo es ayudante del curso) y yo les llevamos varios otros ejemplos de tus biografías. Con tanto material uno pensaría que no nos hubieran alcanzado las dos horas, ¡pero hasta sobró tiempo! Quizás se les dificultó la lectura, primera que les dejo en inglés.

*Shapin, S. (2000), La Revolución Científica. Una interpretación alternativa, Paidós, Madrid
Bowler, P. y I.R. Morus (2005), Panorama general de la ciencia moderna (capítulo 2), Crítica, Madrid.

martes, 16 de febrero de 2010

Telescopios, tallarines y tormentas*

El viernes por la mañana envié mi artículo a Venecia. Me quedé muy contenta hasta el lunes, cuando vi que la editora respondió pidiendo que le agregue fotos (que no había puesto porque, si recuerdas, tenía MUY poco espacio). En fin, es fácil de resolver.

Te pongo las conclusiones del ensayo (traducidas y muy compactadas) pues me parece que con eso te puedes dar una buena idea de cómo es lo demás:

Justo al final del siglo XIX, Ángel Anguiano dejó el Observatorio y con esto terminó el comienzo de la vida del OAN. El repaso de esos veintidós años iniciales nos permite ver la variedad y diversidad de los factores involucrados en la fundación y consolidación de este espacio para la astronomía mexicana. Para empezar, había un grupo de ingenieros geógrafos que conocían lo que estaba sucediendo en la astronomía de entonces y estaban interesados en sumarse a esa tarea. Aunque no fue al primer intento, finalmente lograron el apoyo necesario para que en 1878 México tuviera su Observatorio Astronómico Nacional. Esto sólo se logró porque hombres como Anguiano y Díaz Covarrubias supieron combinar sus intereses con aquellos del gobierno. Casi diez años después de fundado, y gracias al empeño de Anguiano por promoverlo, el Observatorio recibió una importante invitación a formar parte del proyecto internacional Carta del Cielo. De este modo, el nuevo siglo encontró al Observatorio con un flamante edificio, un buen proyecto y un nuevo director, Felipe Valle.

Lo que siguió es lo que me toca averiguar a continuación. Fue un buen ejercicio escribir este texto; además de ordenar lo que llevo hecho, me aclaró mucho de lo que me queda por hacer. Todavía me tengo que sentar a hacer una lista de archivos, artículos y libros que me falta consultar, y preguntas que quiero responder.

Pero antes de todo eso, me tomé el fin de semana completamente de descanso. Además de "cultivar mi propio jardín", preparé tallarines japoneses de varias maneras. Aline, que trabaja conmigo en el archivo histórico, fue a Japón el año pasado. Como antes de que se fuera le platiqué que me llaman la atención los puestos o pequeños restoranes de tallarines que aparecen en las novelas de varios de mis autores japoneses favoritos, me trajo algunos para probar. Hice unos gorditos (Udon) con sopa y otros rizados (Ramen) con verduras sofritas y me quedé con ganas de seguir experimentando.

Hoy vi a Aline, que leyó el artículo sobre el Observatorio, y me hizo notar una simpática coincidencia. La expedición mexicana que fue a Japón en 1874 para presenciar el tránsito de Venus llegó a Kanagawa, mismo sitio donde Hokusai pintó La gran ola de Kanagawa, ¡que aparece en una mascada que ella me trajo de allá!

*Título inspirado en el que quizá es mi libro favorito sobre mi obra favorita de Galileo: Drake, S. (1957), Telescopes, Tides and Tactics: A Galilean Dialogue about the 'Starry Messenger' and 'Systems of the World', University of Chicago Press, Chicago.

martes, 9 de febrero de 2010

Engañar tulipanes

El fin de semana me compré tres tulipanes rojos. La señora que me los vendió me dijo que hay que ponerles cubos de hielo en la tierra, para que duren más. Así que llevo desde el sábado engañándolos para que crean que están en Holanda y no en Coyoacán.

Entre acarreos de hielo, terminé de escribir el artículo sobre el Observatorio. El domingo, acelerada por la taza de café con leche que llevaba dentro, me pareció que quedó de lo más bien. Ahora está en manos de mi amigo Alan, que es Inglés, y me va a hacer el favor de revisarlo. Cuando me lo regrese te cuento algunas partes.

También preparé la primera clase de mi curso sobre las maneras en que se han historiado tu vida y obra. La semana pasada fueron las inscripciones y se anotaron una chica y 9 chicos. Hoy empezamos y como introducción vimos un texto sobre la historia de la ciencia*. La discusión estuvo muy buena, pero la verdad me imaginaba que iban a tener reacciones más fuertes acerca de lo que leímos. Se trata del primer capítulo, donde los autores exponen las diferentes maneras en que se ha contado la historia de la ciencia. Cuenta cómo ahora se estudia la ciencia como una actividad social, y las cosas que se pueden ver con esa mirada. Debe ser porque son jóvenes, que no les causó tanto escozor ver, por ejemplo, que los científicos no son héroes inmaculados.

*Bowler, P. y I.R. Morus (2005), Panorama general de la ciencia moderna, Crítica, Madrid.

miércoles, 27 de enero de 2010

Eau d'astronomie

Estoy intentando meter un año de trabajo en 12 páginas y no está nada fácil. El 15 de febrero debo entregar el texto de la ponencia que di en el congreso de octubre. En no más de 28,800 caracteres (contando los espacios) debo decir de una manera coherente (e interesante, ¡espero!) todo lo que sé de la fundación y las primeras dos décadas del Observatorio Astronómico Nacional de México.

De entre la variedad de libros que describen el contexto de la astronomía hacia finales del siglo XIX, escogí el de Agnes M. Clerke* porque ella vivió en esa época y conoció muy bien lo que estaba sucediendo. De haber nacido un poco después, Clerke hubiera sido astrónoma, pero entonces -aún en Inglaterra- esto no era posible. Así que se volvió una divulgadora bastante especial, pues conoció bien a muchos astronomos y varios observatorios (tuvo la oportunidad de trabajar en algunos). Publicó muchos libros, y éste que te cuento fue el más exitoso.

La autora no es absolutamente objetiva, pero ¿quién sí lo es? En este libro hace especial énfasis en la importancia de los astrónomos amateurs, y en las aportaciones del Reino Unido a esta disciplina. De cualquier modo, gracias a ella tenemos la voz de un testigo, que presenció las interesantes discusiones que se dieron hacia el final del siglo XIX. Además, me gusta mucho la forma en que escribe. Por ejemplo, ¿te acuerdas que te conté sobre los espectros? Bueno, pues ve nomás cómo los explica ella:

The various rays which, entering the eye together in a confused croud, produce a compound impression made up of indistinguishable elements, are, by the mere passage through a triangular piece of glass, separated one from another, and ranged side by side in orderly succession, so that it becomes possible to tell at a glance what kinds of light are present, and what absent.

El libro me ha servido especialmente para entender el complejo entorno, tanto científico como social, en el cual se dieron las observaciones de los tránsitos de Venus de 1874 y 1882. Es notable que, sin astrónomos ni observatorios, hubo algunos mexicanos que entendieron lo que estaba pasando y supieron insertarse en este importante proyecto internacional.

Bueno, regreso a mi tarea de compactar información. ¡Si sólo pudiera hacer un perfume pequeñito que evocara todo lo que hay que contar!

* Clerke, Agnes M. (1902), A Popular History of Astronomy in the Nineteenth Century, Sattre Press, Decorah 2003.

lunes, 16 de noviembre de 2009

Otro Galileo para niños

Como prometí, te platico sobre el libro de Sergio de Régules y Alejandro Magallanes que acaba de sacar Ediciones SM. Es un libro pequeño (20x20cm) de pasta suave. De sus 46 páginas, 33 son la historia de Sergio con las ilustraciones de Alejandro, y las demás contienen una cronología bien ilustrada de tu vida. Forma parte de una colección de SM que se llama "Así ocurrió: instantáneas de la historia", que está pensada para chicos de 8 a 12 años. Cada libro de la colección habla de un personaje famoso y, para acercar a los niños, cuenta su historia desde el punto de vista de alguien (real o ficticio) que los acompañó en vida.




El texto de Sergio ya lo conocía, y me gusta muchísimo. Cuenta tu historia con la voz de Paolo, un niño que fue tu estudiante ( pudo haberlo sido). El tono es dulce, ligero, entrañable.

Las imágenes de Alejandro las acabo de conocer y resultan un interesante contraste con el texto. Como puedes ver por el retrato de la portada, sus ilustraciones son muchas cosas, pero no dulces. Son muy ricas (me gustan especialmente los colores) y cada una es diferente.

Junto con mi comic, dará de qué hablar en la presentación el 25 de noviembre en la Feria de la Astronomía.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Ponerse de acuerdo

Por mí, seguiría revisando material nuevo acerca de la historia de la astronomía en México en el siglo XIX. Pero sólo me quedan dos semanas antes de zarpar hacia el viejo continente, y debo hacer una pausa en mis polvosas exploraciones para organizar lo que tengo y llevarlo al congreso.

Como te conté hace algunas semanas voy encontrando que un personaje clave para entender las primeras décadas después de la fundación del Observatorio Astronómico Nacional es el Ing. Francisco Díaz Covarrubias. Pero además, de lo que he estado leyendo, me parece ver otro hilo conductor muy interesante. Nuestra participación en las observaciones de sendos tránsitos de Venus en 1874 y 1882 formaron parte de un proyecto internacional cuyo objetivo era determinar con mayor precisión la distancia al Sol. Esto, a su vez, ayudaría a conocer mejor el Sistema Solar.

En 1874 grupos de astrónomos de todo el mundo observaron este fenómeno, lo registraron e hicieron sus cálculos. Aún así, siguieron encontrando una gran disparidad en las medidas de unos y otros. En preparación para el siguiente tránsito, en 1881 se reunieron en una conferencia internacional en París. Ahí decidieron hacer las observaciones de una manera más sistemática, y acordaron el tipo de instrumentos que utilizarían, así como el modo en que realizarían sus observaciones y reportarían sus resultados.



Según Agnes Clerke*, esta segunda ronda no los llevó más cerca de conocer la distancia entre la Tierra y el Sol. Sin embargo, visto desde acá, queda claro que reunió y puso a dialogar a grupos de astrónomos muy diversos sobre sus instrumentos y sus técnicas. Este proceso, que también estaba sucediendo en las otras áreas de la ciencia, abrió posibilidades que antes no existían. Y fue justamente entonces que nació otro proyecto internacional, La Carta del Cielo, que fue concebido por un astrónomo australiano e impulsado por otro francés.

A finales del siglo XIX estaba sucediendo otra cosa en la astronomía: la irrupción (muy bien recibida, claro está) de la fotografía y el nacimiento de la astrofotografía. Una de las grandes ventajas que nos da la fotografía es que registra con precisión las posiciones de los astros al tiempo que detecta objetos que no son visibles para el ojo humano. Naturalmente, muchos por ese tiempo pensaron en hacer una carta o mapa del cielo que, con el uso de la fotografía, sería mucho más preciso que todos los anteriores.

Una vez más, astrónomos de todo el mundo se reunieron en París, esta vez en 1887, y decidieron perseguir la ambiciosa meta de cartografiar todo el cielo. Para nuestra enorme fortuna (esta es toda otra historia que te contaré más adelante), México quedó incluido dentro de los 18 observatorios que se repartieron el cielo (y el trabajo, claro). De modo que, a través de nuestros documentos tenemos una ventana a este complicado proceso que fue acordar estándares y luego negociar las inevitables excepciones.

Y lo que quiero hacer para mi congreso es mostrar el caso de México como un ejemplo de la implementación real de ese proyecto.

*Clerke, Agnes M. (1902), A Popular History of Astronomy in the Nineteenth Century (ital), Sattre Press (edición facsimilar, 2003), Decorah.

jueves, 6 de agosto de 2009

Dibujar ideas

Como ya te conté, desde hace tiempo tenía ganas de divulgar a través de imágenes. Hacer un comic no sació mi apetito, sino todo lo contrario. Desde entonces me fijo aún más en la manera en que otros explican a través de imágenes. Un gran ejemplo, según yo, es The Way Things Work, de David Macaulay.


Me acabo de encontrar un video donde Macaulay explica todas las maneras que imaginó (y descartó) para hacer un libro sobre Roma que mostrara esa complejísima ciudad de la manera en que él la conoce-siente-vive.


Creo que tú, que explicaste tantas cosas con dibujos al inicio de tu carrera, apreciarás lo que hace este señor.

Yo por lo pronto, YA me voy a poner a dibujar para llegar a hacerlo bien algún día.

lunes, 3 de agosto de 2009

Presentación en Italia

Dado que la Embajada de Italia en México se considera territorio Italiano, y que el Instituto Italiano de Cultura pertenece a la Embajada... ¿podríamos decir que el miércoles 19 de agosto se presentarán en Italia mis dos libros que tratan sobre ti?

De cualquier modo, ¡me da muchísimo gusto que sea ahí!


viernes, 5 de junio de 2009

Galileo para adultos

Como tú bien sabes, rara vez se dan dos lunas llenas en el mismo mes. Bueno, pues lo mismo pasa conmigo y los libros, sólo que el plazo de tiempo es más bien como un sexenio. Pero ahora: SALIÓ MI SEGUNDO LIBRO EN ESTE AÑO!!!!!


Tengo en mis manos La mirada de Galileo que escribí para el Fondo de Cultura Económica.

Aunque lo que cuento en él abarca el mismo periodo que mi comic, es bien diferente porque está pensado para otro tipo de lector, alguien que ya tiene cierto interés.

Es un libro sobre astronomía, pero también sobre historia. Lo que me gusta mucho de esos cinco años a partir de 1609 es la enorme cantidad de documentos (cartas, apuntes, manuscritos, dibujos) de Galileo y sus contemporáneos que se conservan. Y lo que trato de hacer en este libro es dejar que los lectores vean lo que pasó desde el punto de vista de Galileo mismo.

He notado que muchas de las personas que leen estas cartas que te escribo están buscando algo sobre Galileo para niños, y para eso sin duda sirve el comic. Ahora también puedo ofrecer algo de Galileo para adultos.

viernes, 15 de mayo de 2009

Hombres ilustres

No sé cómo se enseñaba historia en tus tiempos pero ahora, cuando se enseña, tienden a destacar los momentos críticos o los hombres ilustres, y no los procesos con sus contextos, causas y consecuencias. La ciencia no se escapa de esto, y nos machacan nombres, fechas y hechos aislados sobre los científicos y sus logros.

Aunque seguramente no los escribió con este propósito, me parece que los poemas de Hans Magnus Enzensberger* son una gran manera de conocer algo sobre los científicos en el pasado.

Hagamos la prueba: te pongo un poema sobre un astrónomo que no conoces, pues vivió después que tú, y me dices si te parece un buen primer acercamiento al tema.


Charles Messier
1770 – 1817


M. Una letra M en las cartas estelar: M 42
en Orión; M 57 la niebla anular de Lira; las Pléyades,
M 45; el Astro Nuevo de los chinos, la supernova M 1:
nubes de gas incandescente, bombas cósmicas, radiaciones.
¡Al-Sûfi, halcón celeste! ¡Swedenborg, soñador galáctico!

Y él en cambio, tan sumiso, pulcro y anodino.
Muerto de hambre. A París con veintiún años,
su bonita caligrafía y nada más que reseñar.
Quinientos francos al año, cama y comida.
Copia para Desliles los planos de Pekín

y sus bocetos de la Gran Muralla China.
Un ignorante. Dieciocho meses busca en vano
su primer cometa: error en los cálculos de Halley
(perturbaciones por la masa de Júpiter).
Y el Rey le apodó más tarde el hurón de los cometas.

Una vez su mujer le ocupó la noche entera:
agonizaba. Y derramó lágrimas amargas
por el cometa abandonado. En Londres, entonces,
construía el viejo Herschel enormes refractores,
y él, sin teoría, velaba con un candil. Un ignorante.

Con buena vista y reloj casero. Un pequeño cuadrante
y un mísero telescopio (siete pulgadas). Ni más, ni menos.
No dormía. Sólo buscaba. Eclipses, manchas solares.
En una noche de otorño, hace dos siglos ya,
divisó en Tauro un fulgor cercano a Zeta.

Un cometa que no lo era, pues no se movía.
Le irritaba el hecho, una galaxia. Miraba,
anotaba y no entendía. Vocal de la Royal Society,
académico de Petersburgo, Berlín, Estocolmo, y por último
París. Un contable, un copista. ¡Y qué ciego era!

Desfiles y procesiones bajo su ventan, cortejos
nupciales y entierros. Por la rue Saint Jacques
la Historia vociferaba. Chillaban rameras, sonaban tiros,
los discursos se inflamaban y se extinguían: amor, valor, terror.
Ciego y sordo. Su pluma raspeaba. El aceite escaseaba.

No lloró al rey decapitado, ni a los taberneros,
lavanderas, raterillos, sablistas y banqueros
tronchados por la cuchilla fría. Los astrónomos
huyeron. Sólo a uno encontró: Bochard de Saron,
amigo de Laplace. Olía a orines la Conciergerie.

Aún le calculó, con el pie ya en el cadalso,
la órbita a un cometa. Regresó inadvertido
sin sueldo, sin sueño, con gota, al Hotel de Cluny.
Oscura la ciudad. Miedo, hambre, usura, inflación.
Silencio quince minutos, y vuelve a rasguear la pluma.

Catalogue de nébuleuses et des amas d’etoiles
Que l’on découvre parmi les étoiles fixes
. Pesado,
Tenaz, suave e incomprensivo como un niño.
Solo una letra nos lo recuerda. M fue
Un ignorante. A dos millones de años luz

una galaxia transita más lenta que nosotros.
M 31. La puedo ver a simple vista, si me deja
la sucia niebla, si me deja el esplendor
de Maniatan y la Historia, diminuta, al Norte,
en la Andrómeda, entre Mirach, Sirah y Chedir.

*Enzensberger, Hans Magnus (2002), Los elíxires de la ciencia. Miradas de soslayo en poesía y prosa, Anagrama, Barcelona.

jueves, 30 de abril de 2009

Gravedad y evolución

Como muchos nos quedamos con ganas de la mesa redonda que estaba programada para ayer, pongo acá sendos poemas del mexicano Alberto Blanco* sobre el cosmos y la vida.

Teoría de la gravedad

Si voy por una carretera
subo y bajo, según la forma del terreno;
ya doy vuelta a la derecha;
ya a la izquierda.

Antes se decía:
si sube es que es atraído por el cielo;
si baja es que es atraído por el infierno.
Si da vuelta a la derecha
es porque ve las ventajas del sistema.
Si da vuelta a la izquierda
es porque ha comprendido
la función revolucionaria del proletariado.
Alguna explicación había que dar.

Hoy se dice:
no son las fuerzas de atracción
las que mantienen unidas
a la tierra y la luna,
a la tierra y el sol.

Es la forma del espacio,
no la atracción ni la masa ni la distancia.

Pero, es la forma del espacio,
nada más.


Teoría de la evolución

Que unas cosas vienen de otras
es una verdad que podemos constatar
sin necesidad de cálculos ni de teoría alguna.

Que en la red infinita de los cambios
hay seres que proceden de otros
es tan evidente que cabe preguntarse:

¿Cómo es posible dudar a estas alturas
de la teoría de la evolución?

“El hombre es –dice Shakespeare
y lo repite Milton– una obra maestra”.

Pero claro que cuando observamos
que la nube se convierte en lluvia
la lluvia en granizo, el granizo en lodo,
uno se pone a dudar de todo, seriamente.

*Blanco, Alberto (1998), El corazón del instante, Fondo de Cultura Económica, México.



martes, 28 de abril de 2009

Astromonos

¡Salió! ¡salió! ¡salió!



Esta que ves es la portada de mi cómic: Al otro lado del telescopio: Los descubrimientos de Galileo. Lo acabo de recoger en la oficina de mi amiga Laura Lecuona en SM. ¡Quedó de lo más lindo!

Es un libro pequeño (22 x 17cm, 48 páginas, pasta blanda) que combina dibujos, esquemas y un mínimo de texto (como la página 25 que ya te había mostrado) para contar sobre el telescopio y tus descubrimientos de 1610. Lo escribí pensando en niños de secundaria (como de 12 a 15 años), pero en las vacaciones estuve con los hijos de mi amigo Miquel (¡tiene triates de 9 años!) y me pareció que, si lo leen con sus papás, ellos también podrían disfrutarlo.

Ya veremos pues a final de cuentas, como tú bien sabes, el público es el que dispone.