El fin de semana me compré tres tulipanes rojos. La señora que me los vendió me dijo que hay que ponerles cubos de hielo en la tierra, para que duren más. Así que llevo desde el sábado engañándolos para que crean que están en Holanda y no en Coyoacán.
Entre acarreos de hielo, terminé de escribir el artículo sobre el Observatorio. El domingo, acelerada por la taza de café con leche que llevaba dentro, me pareció que quedó de lo más bien. Ahora está en manos de mi amigo Alan, que es Inglés, y me va a hacer el favor de revisarlo. Cuando me lo regrese te cuento algunas partes.
También preparé la primera clase de mi curso sobre las maneras en que se han historiado tu vida y obra. La semana pasada fueron las inscripciones y se anotaron una chica y 9 chicos. Hoy empezamos y como introducción vimos un texto sobre la historia de la ciencia*. La discusión estuvo muy buena, pero la verdad me imaginaba que iban a tener reacciones más fuertes acerca de lo que leímos. Se trata del primer capítulo, donde los autores exponen las diferentes maneras en que se ha contado la historia de la ciencia. Cuenta cómo ahora se estudia la ciencia como una actividad social, y las cosas que se pueden ver con esa mirada. Debe ser porque son jóvenes, que no les causó tanto escozor ver, por ejemplo, que los científicos no son héroes inmaculados.
*Bowler, P. y I.R. Morus (2005), Panorama general de la ciencia moderna, Crítica, Madrid.
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