No sé si te conté que voy leyendo tu obra en orden cronológico, para así entenderla mejor. Bueno, pues hace unos días empecé a leer el
Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo: tolemáico y copernicano*, que publicaste el 1632.
Me va a tardar un rato leer esta obra porque es extensa y compleja. Te iré haciendo informes de mis avances. De entrada, me llama la atención que hayas escogido ponerle el nombre de tus dos grandes amigos, Sagredo y Salviati, a sendos personajes en el texto. En una nota preliminar explicas que lo hiciste porque con ellos habías tenido interesantísimas discusiones y de este modo querías inmortalizarlos. Pues déjame que te diga que funcionó, porque naturalmente me entra curiosidad acerca de ellos, y supongo que lo mismo le habrá pasado a cada lector a lo largo de todo este tiempo.
En los
Diálogos... Filippo Salviati hace de tu alter ego exponiendo el sistema copernicano y algunas de tus ideas y experimentos. El la vida real fue un florentino de familia muy adinerada que cedió sus riquezas a cambio de una modesta pensión para así poder dedicarse a sus estudios. Aunque era bastante más joven que tú, se hicieron buenos amigos porque compartían una pasión por el estudio de la naturaleza. Pasaste largos ratos en su villa
Le Selve y por ejemplo ahí escribiste las tres cartas acerca de las manchas solares. Murió en 1614, a los 32 años, y parece que echabas de menos a tan buen amigo.
En el texto Giovanfrancesco Sagredo hace el papel de mediador entre Salviati y Simplicio, un filósofo (que permanece anónimo tras este nombre de la antigüedad) que defiende el sistema aristotélico. En tu vida fue un gran amigo, tanto para las discusiones académicas como para la juerga. Vivía en Venecia cuando tú estabas en Padua y frecuentemente ibas a su casa. Estaba muy interesado en la naturaleza y hacía experimentos sobre magnetismo, óptica y mecánica. Aunque viajaba constantemente, se mantuvieron en contacto por carta hasta su muerte en 1620.
Para saber más acerca de ellos, y especialmente de su relación contigo, me fui a las cartas contenidas en
Opere di Galileo. De Salviati sólo encontré dos cartas, mientras que de Sagredo hay como cuarenta.
En abril de 1611, regresando de tu gira triunfal por Roma para mostrar tus telescopios y descubrimientos, le escribiste a Salviati para contarle lo bien que te fue. Relatas con gusto que el Papa y los astrónomos jesuitas te recibieron de maravilla, pero agregas que has tenido algunos problemas. Hablas de la obra de Sizzy en que ataca tu libro
Sidereus Nuncius, y el intento fallido de Martín Horky por desprestigiarte ante Kepler. La única otra carta que encontré es de Salviati y fue escrita un año después. Esta es una nota breve donde dice que hace tiempo no ha sabido de ti y te invita a visitarlo unos días.
En el caso de Sagredo, aunque hay muchas cartas, todas son escritas por él. Por el momento sólo leí las primeras cuatro, que son de enero, agosto y diciembre de 1602. En ellas habla mucho acerca de máquinas (o partes, como engranes o tubos) que está armando o que te pide que le des a tu ayudante para que las arregle. Intercalados con este tema hay otros más personales, como invitaciones para que lo visites o vayas de viaje con él, chismes sobre un conocido y noticias sobre una batalla.
En ambos casos falta información sobre dos personas que claramente fueron muy importantes para ti. Esto nomás sirve para aumentar mi curiosidad, así que seguramente seguiré averiguando sobre tus amigos.
*Galileo (1995),
Diálogo sobre los dos máximos sistemas del mundo: tolemáico y copernicano, Alianza, Madrid.