viernes, 1 de octubre de 2010

Hágalo usted mismo

¿Conociste al astrónomo polaco Johannes Hevelius? Aunque nació mucho después que tú, ya estaba trabajando antes de que murieras, así que tal vez supiste algo sobre él.

Esta semana leí un artículo* sobre su libro Selenografía de 1647 donde puedes ver por dónde siguió la astronomía en el periodo justo después del tuyo. Desde el fronstispicio de la obra el autor deja bien claro que cree que se deben utilizar tanto la razón (representada por Alhazen, a la izquierda) como los sentidos (representados por ti, derecha). Como puedes ver la combinación de teoría y práctica, inaudita antes de tus tiempos, se volvió indispensable bien pronto.


Este libro (que puedes ver completo aquí) es al mismo tiempo un manual y un atlas. Comienza con una parte técnica donde describe con mucho detalle cómo construyó y utilizó sus telescopios. Éste, por ejemplo, es un grabado que muestra el torno que utilizó para pulir las lentes. El nivel de detalle al que llega es tal que su lector debiera poder construir su propio telescopio.


La segunda parte del libro es un atlas de la Luna. Contiene imágenes como esta, con una Luna llena, y series o secuencias en las que van cambiando las fases o grados de iluminación.


Como en el caso de Bruno, Hevelius hizo él mismo todos estos grabados, pero la razón en su caso es que le preocupaba que un grabador alterara las imágenes. Combinando palabras, diagramas y dibujos intentó llevar su experiencia personal de observación hasta sus lectores.

*Müller, K. (2010), "How to Craft Telescopic Observation in a Book: Hevelius's Selenographia (1647) and its Images", Journal for the History of Astronomy, xli, 2010.

sábado, 25 de septiembre de 2010

Centro, círculo, circunferencia

Yo no sabía que Giordano Bruno había hecho los grabados para sus libros. En un artículo que acabo de leer* encontré algunas de las imágenes -sencillas y muy fuertes- que utilizó para explicar mejor sus ideas. Y es que él creía que el acto mismo de crear las imágenes le permite a la mente aprehender verdades más altas. Por ejemplo, en el diálogo de La cena de las cenizas, Torcuato dibuja esto para explicar y contrastar los universos de Tolomeo y Copérnico.

Como seguramente sabías, Bruno imaginó que el universo era infinito, que había más mundos que el nuestro y que cada estrella era el centro de un sistema con otros planetas. En varias de sus obras escribió y dibujó el modo en que creía que esto podía acomodarse. Por ejemplo, en su De triplici minimo et mensura, aparece este grabado en que muestra que cada mundo como el nuestro tiene seis mundos vecinos.

En todas sus obras aparecen los centros, círculos y circunferencias, tanto en las que tratan de geometría como las de teología. Para enfatizar sus ideas y convencer a sus lectores, agregó imágenes como estas que ves.

*Luthy, Christoph, "Centre, Circle, Circumference: Giordano Bruno's Astronomical Woodcuts", Journal for the History of Astronomy, xli, 2010.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Carrozas voladoras

Sigo leyendo Voyages to the Moon y acabo de terminar el capítulo acerca de las diversas carrozas voladoras que imaginaron en los siglos XVII y XVIII. Algo que resulta interesante acerca de éste, el cuarto de los modos que revisa Nicolson para llegar a la luna, es cómo los personajes construyeron sus carrozas utilizando el conocimiento proveniente de la ciencia en su momento. Así, como mecanismos de propulsión utilizaron velas de barco, papalotes, fuegos artificiales, imanes o globos.

Pero, como también se escribieron parodias sobre estos viajes cósmicos, existe una buena colección de medios más bien chuscos. En sus viajes a la Luna y al Sol, Cyrano de Bergerac, va probando varios. Primero llena muchos frascos de rocío y se los ata al cuerpo. Así, al amanecer, el Sol se lleva al rocío, y con él, al viajero cósmico. Como este mecanismo sólo lo lleva hasta Canada, sigue construyendo diversas máquinas que usan alas, resortes, fuegos artificiales y lentes, hasta que finalmente llega a la Luna.

Una de las propuestas serias más interesantes de entonces fue la que hizo el italiano Fancesco Lana en su obra de 1775, Prodromo. Se trata de un barco bastante convencional, con vela y remos, pero con la ingeniosa adición de cuatro globos vacíos, y por lo tanto más ligeros que el aire. Esta nave cósmica dio mucho de que hablar, pues en ese tiempo no se sabía lo suficiente sobre el aire, el vacío y los materiales que lo podrían soportar.

Concuerdo completamente con Nicolson cuando termina este capítulo diciendo:
The cosmic voyage will go on, but after the invention of the balloon it suffers a change into something, I think, less rich and strange. [...] In our modern* imaginary journeys to the planets men sail in great space ships constructed upon sound technological principles. [...] Their devices for flight are far more plausible and realistic than any I have related to you. They have gained verisimilitude, but they have lost the exitement of breathless discovery.

*No olvides que ella escribió en 1948.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Otros mundos

El libro que estoy leyendo ahora te encantaría. Se llama Voyages to the Moon y fue escrito en 1948 por una de mis autoras favoritas, Marjorie Hope Nicolson.

Nicolson fue una experta en el tema de la ciencia en la cultura inglesa del siglo XVII y le he leído otros libros maravillosos como Newton demands the Muse, sobre la poesía que se escribió en torno de la figura de este hombre tan público, y Pepys' Diary and the New Science, en el que revisa los diarios de este inglés para ver dónde estaba la ciencia por entonces.

En Voyages... revisa la aparición de la idea de viajar a la Luna en la literatura (principalmente la inglesa) de los siglos XVII y XVIII. Para ello, primero repasa el tema en los siglos anteriores y dice que lo que sucedió en el XVII es cualitativamente diferente debido a los cambios que por entonces se estaban dando en las maneras de pensar acerca de la naturaleza (lo que hoy nosotros llamamos ciencia). Propone que, aunque siempre habíamos querido volar, y muchas veces imaginamos volar a la luna, sólo después de que tú la escudriñaste utilizando telescopio empezamos a imaginarla como otro mundo. Tus descripciones y dibujos de una luna con valles, montañas y océanos, dice Nicolson, sirvieron como una semilla a partir de la cual germinaron numerosas obras de ficción en las que también se encontraron habitantes y culturas allá.

Siguiendo a John Wilkins, quien en 1638 escribió Discovery of a New World in the Moon, Nicolson divide su libro en 4 capítulos principales, de acuerdo con el medio utilizado para volar a la luna. El primero eran los viajes sobrenaturales, remanentes de la vieja manera de pensar. De estos quizás tu conociste el Somnium de Kepler. El vuelo con ayuda de pájaros es el segundo medio, y el ejemplo más divertido fue escrito por Francis Godwin: Man in the Moone, or A Discourse of a Voyage Thither by Domingo Gonsales.
El uso de alas es el tercer método para volar y, a diferencia de los dos anteriores, éste sí que fue experimentado en esos siglos, aunque con muy poco éxito. El cuarto capítulo habla del uso de carrozas voladoras, pero aún no lo leo, así que no te puedo contar nada sobre él.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Gauss y Humboldt

Hace un par de semanas escuché una novela histórica inusual por breve y por tratar de personajes científicos. Se trata de La medición del mundo, del joven escritor alemán Daniel Kehlmann.

El libro empieza con el primer encuentro entre un gruñón Gauss y un eufórico Humboldt, ambos ya viejos. A continuación se regresa muchos años para recontar desde el inicio las vidas de ambos hasta aquel encuentro. Va alternando breves y ágiles capítulos sobre cada uno en los que retrata, con pocos pero certeros trazos, las personalidades de estos dos hombres tan diferentes. Así, van apareciendo el explorador y naturalista, incansable viajero y el matemático y astrónomo que prefirió medir el mundo desde casa.

La disfruté porque está bien escrita, y es muy entretenida. De paso, y sin ningún esfuerzo, conocí a estos dos personajes, sus respectivas obras y la época que compartieron.

Este libro inauguró una racha de novelas históricas. Me seguí con La gran marcha, de E.L. Doctorow, acerca de la guerra de sececión (que debería llamarse guerra de unión, ¿no?) de los Estados Unidos. Y ahora me dispongo a leer Expediente del atentado, de Álaro Uribe, que trata de un atentado contra Porfirio Díaz. Éste debo leerlo pronto si quiero alcanzar a ver la película que hicieron con él y que acaba de estrenar.

jueves, 19 de agosto de 2010

La influencia de los astros

A pesar de todo el trabajo que hacemos los astrónomos para convencer a los demás de que la posición de los astros no influye en el destino de los seres humanos, el efecto del planeta Venus en el nacimiento de la astronomía profesional mexicana demuestra lo contrario. Ve el artículo que escribí sobre el tema para el blog Historia de la Astronomía y dime qué te parece.

viernes, 13 de agosto de 2010

Serendipia archivológica

El trabajo de organización del Fondo Observatorio Astronómico Nacional va viento en popa. A finales de este mes todo (menos las hojas y cuadernos de cálculos) estará catalogado y ordenado de tal modo que se puede consultar con mucha facilidad. Todavía falta la fase de descripción, que resultará en un catálogo detallado, pero eso tendrá que esperar, pues Aline y Carlos se van.

Mientras tanto, junto con otra estudiante, Liliana, he comenzado a organizar algunos archivos del Instituto de Astronomía que son más pequeños y contienen documentos de un periodo más reciente, que no está representado en el FOAN (los 70s y 80s del siglo XX). En mayo empezamos con el Fondo Harold Johnson que consiste en aproximadamente 4 cajas (un poco más grandes que revisteros) con correspondencia y planos para la construcción de instrumentos. Estos documentos reflejan algo del trabajo que hizo este estadounidense en su estancia en México. Johnson trabajó especialmente en el telescopio de 1.5m de diámetro de San Pedro Mártir, que llegó a México gracias a él.

Empezamos por limpiar los documentos, luego los organizamos en expedientes, y finalmente hicimos un catálogo con la descripción del contenido de cada expediente. Nos resultó muy bueno trabajar primero con este fondo pequeño (con sólo 20 expedientes), pues así pudimos ir entendiendo (¡o inventando!) los pasos del proceso.

Ahora estamos felizmente sumergidas en el conjunto de documentos que pertenecieron a Robert Noble, otro estadounidense que trabajó en el IA por esos años. Este fondo es mucho más grande, tiene aproximadamente 200 expedientes, y pensamos que nos iba a tomar muchísimo tiempo organizarlo. Sin embargo, para nuestra gran fortuna, Noble era un hombre muy ordenado, y dejó todo en carpetas etiquetadas por temas. Además, Paco Cobos y Carlos Tejada -ópticos del Instituto- conservaron los documentos con mucho cuidado.

Para hacer todo este trabajo, el IA nos prestó una oficina que por el momento no se está utilizando. Como el Fondo Robert Noble es grande, Liliana tuvo que vaciar un archivero para hacer espacio para las carpetas con documentos mientras los organizamos. Ahí encontro, así nomás, un conjunto de documentos que pertenecieron a Claudio Firmani, un compatriota tuyo que trabajó mucho tiempo en el Instituto y ahora ya está de vuelta en Italia. Firmani estuvo involucrado, junto con Gianfranco Bisiacchi, en el desarrollo de un detector llamado MEPSICRON y estos pocos papeles tienen que ver con ese proyecto.

Me encantó encontrar esos documentos, pues confirman mi sospecha de que cada oficina tiene un pedacito de la historia del Instituto. En octubre haremos un coloquio para mostrarle a los astrónomos lo que llevamos avanzado e invitarlos a que cada quién contribuya con una parte y así podamos armar un archivo de un periodo sobre el cual hay muy poca documentación. Juntos tendremos que pensar qué queremos resguardar, y cómo.

jueves, 12 de agosto de 2010

¿Para quién escribió Galileo?

Encuentro con gusto que ya salió un artículo mío en la revista Elementos. Se trata de un texto que escribí para la serie de mesas redondas Galileo y Darwin: 400 años de herejías el año pasado, y que finalmente encontró, como diría Aristóteles, su lugar natural. Se llama "¿Para quién escribió Galileo?" y en él hago una relectura de cosas muy conocidas sobre tu vida, pero desde un punto de vista novedoso. Separando en tres etapas tu vida (matemático y profesor, filósofo en Florencia, filósofo "free-lance"), reviso la comunicación que sostuviste a través de una variedad de medios (clases, conferencias, debates, cartas, manuscritos, libros) con un muy diversos interlocutores (astrónomos, filósofos, cortesanos) y con propósitos también variados.



Te pongo mis conclusiones esperando que se te antoje ir a ver cómo llegué a ellas:

Galileo escribió para sí mismo, para sus estudiantes y colegas, para sus mecenas y contra sus enemigos. Sin proponérselo, también escribió para un público más amplio de su tiempo y para todos nosotros. A través del conjunto de sus documentos, nos ha dejado un detallado retrato de la Italia que le tocó vivir. Vemos las instituciones y sus tradiciones, las profesiones y sus prácticas, las personas y sus intereses. Y, dentro de este contexto, hemos podido constatar la importancia de las diversas formas de comunicación en el quehacer de eso que hoy llamamos ciencia.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Cometas con chocolate

En julio estuvieron en el D.F. Mary y Enoc, los cosmonautas del camioncito llamado Cometa. Ya nos habíamos escrito un par de veces, y aprovechamos para conocernos en persona y hacer un trueque de nuestros respectivos productos (película por libros). Nos vimos una de esas lluviosas mañanas y platicamos mientras tomábamos un necesario chocolate caliente. Me contaron con detalle la historia de sus viajes por todo México para divulgar la astronomía y de cómo éstos llegaron a ser, además, un documental. Fue un placer verlos y una inspiración oir su fabuloso plan de retiro. Acá te pongo la foto que me envió Enoc.

lunes, 2 de agosto de 2010

De Cavorita y Selenitas

Acabo de terminar de leer Los primeros hombres en la Luna, de H.G. Wells y me encantó. Del mismo autor ya había leído La máquina del tiempo y La guerra de los mundos, pero este es mucho mejor.

Trata de un científico, el señor Cavor (pequeño, gordito, desgarbado y distraído), que está intentando hacer un compuesto que sea opaco a la gravedad del mismo modo que una pared es opaca a la luz. Inicialmente su interés es puramente teórico, pero más adelante se le ocurre hacer una esfera cubierta de ese material, llamado Cavorita, para así escapar la atracción de la Tierra e ir a la Luna. En este increíble viaje lo acompaña el señor Bedford (joven, emprendedor, fracasado y oportunista).

El libro contiene muchas ideas de física y biología, pero están bien integradas a la narración de modo que en ningún momento atosiga ni confunde. De física, me gustaron las descripciones del ambiente libre de gravedad dentro de la esfera, y de la libertad de movimiento allá en la Luna donde uno pesa 1/6 de lo que pesa acá. De biología, la flora que puede vivir en aquellas condiciones extremas, y los Selenitas que –por lo mismo- viven en el interior de nuestro satélite.

Obviamente hoy ya sabemos muchas de las cosas que Wells tuvo que imaginar en 1901, así que para apreciar su libro tenemos que ponernos en su lugar. Es interesante, además, saber que lo escribió después de -y en respuesta a- De la Tierra a la Luna de Julio Verne.

miércoles, 28 de julio de 2010

El arca de Noé

Salí de vacaciones y llovía: mañana, tarde y noche, día tras día. Regreso y, ¡sigue igual!

Por lo visto, en mi ausencia hubo una junta de vecinos y decidieron empezar a reunir los animales. A pesar de que no están permitidos, ya tenemos dos gatos y dos pericos. No veo señales del arca...

Gracias a mi hermana, estuve unos días en Cuernavaca. Conocí su cocina remodelada para hospedar su nuevo negocio de pastelería. Participé en la producción de delicias y, por supuesto, en el consumo de las mismas.

Y gracias a Orhan Pamuk estuve en varios Estambules: el suyo de niño, el de ahora, y el de varios cronistas turcos y extranjeros a través de los siglos. Me quedo con ganas de conocer más acerca del imperio otomano. También me gustaría leer a los cronistas de mi ciudad, y ver cómo se compara lo que ellos vivieron con lo que yo conozco.

Ahora, en sólo tres días, ya estoy completamente reinsertada mi realidad. Regresé para encontrar que ya salió mi artículo sobre la historia del Observatorio en la revista ¿Cómo ves? Acto seguido empecé a escribir otro para la página argentina Historia de la Astronomía. Recibí una nueva tesis para revisar, y ya casi termino de preparar las lecturas y el cartel para el curso que daré este semestre. Mañana voy al archivo histórico para ver cómo van Aline y Carlos con el FOAN, y el viernes haré lo propio con Liliana en el Instituto de Astronomía.

¡Qué bueno es desconectarse, y qué bueno regresar!