Gracias a un delicioso puente de tres días, sigo leyendo tus Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo: tolemáico y copernicano. Por el momento, lo que más estoy disfrutando es la manera en que reconstruyes un ambiente de discusión. Tus tres personajes realmente explican, dudan, preguntan, responden y rebaten.
En la parte que acabo de leer me llama la atención cuán asimilado tienes el hecho de que las cosas, todas, pueden llegar a cambiar. Hasta ahora me he ido bien despacito a la hora de explicarte lo que sabemos hoy sobre las transformaciones en el universo porque no quería atosigarte. Pero después de leer la manera en que Salviati rebate con ejemplos y argumentos la perfección y permanencia de los cuerpos celestes del dogma aristotélico, más bien siento que sería difícil sorprenderte.
Quizás la razón por la que he tenido tanto cuidado es porque me estaba imaginando al Galileo de 1610. Entonces acababas de descubrir todas aquellas novedades y quizás pensabas más como tus contemporáneos. Mirando las obras principales que publicaste desde entonces hasta los Diálogos... , me parece ver que tú también cambiaste, y mucho.
En Sidereus Nuncius (1610) predominan dos cosas: la maravilla y la evidencia visual. Prácticamente en cada renglón podemos oír cómo exclamas por otra cosa nueva. Pero además, a cada paso muestras lo que viste mediante tus dibujos. Tu forma de reportar lo que habías encontrado era natural para un matemático que sabía geometría y perspectiva.
Tus tres cartas sobre las manchas solares (1613) todavía se parecen en algo al Sidereus, pero empiezan a aparecer más argumentos verbales junto con los visuales: ahí se ven juntos al Galileo matemático (más práctico) y al filósofo (teórico).
Para cuando publicas El ensayador en 1623 yo siento que eres otro. Has dejado atrás los dibujos para pasar de lleno a la argumentación. Además aquí ya oímos completamente formada tu voz como autor, con una excelente prosa y esa ironía deliciosa.
Ya en los Diálogos... es difícil oír al Galileo matemático. Para mí, ésta es ya una obra muy filosófica.
Lo que creo que he presenciado al leer tu obra en orden cronológico es un proceso de maduración de tu “personalidad científica”. Además de esto, según Mario Biagioli, estos cambios se debieron a tu adaptación a la sociedad de la corte en la que te desenvolviste. Al menos así es como lo entendemos hoy.
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