jueves, 25 de febrero de 2010

¡Arúgula! ...creo

Para contarte lo que sigue tengo que empezar por confesar un pequeñísimo delito: el año pasado me traje de Venecia semillas de arúgula (un tipo de lechuga que tú conoces como rucola) y de albahaca (basilico para ti). Confesión cumplida.

Puesto que parece que finalmente se acabaron los fríos, este sábado planté dos hileras de cada tipo de semilla, usando sólo 1/10 del contenido de los sobres para ver cómo nos va. Bueno, pues esta tarde (jueves, sólo 5 días después) subí a regar las plantas que tengo en la azotea y encontré dos filas de plantitas, formadas como diminutos soldaditos verdes. Pueso que no les puse letrero a las macetas, no estoy segurísima, pero creo que se trata de las arúgulas. Cuando estén más grandes se deben de ver así:


Para entretenerme en lo que espero, he estado haciendo una revisión preliminar sobre el tema de mi siguiente artículo. Me invitaron de la Secretaría de Educación Pública para que escriba algo breve que aparecerá en el libro de texto de ciencias naturales de sexto de primaria. Quieren que les cuente acerca de algún proyecto actual de astronomía y esto me viene perfecto porque quiero hablar del proyecto en el que participa mi amigo Alan Watson.

Alan es de esos astrónomos que también hace la parte de la instrumentación. El año pasado lo escuché dar una plática acerca de un proyecto para robotizar dos de los telescopios que están en el Observatorio Astronómico Nacional, en San Pedro Mártir. Se trata de automatizar el funcionamiento de estos telescopios para que sirvan de vigías, atentos a los cambios en el cielo nocturno sin necesidad de que un astrónomo esté ahí todo el tiempo supervisando. Entre los cambios que esperan ver están las erupciones de rayos gamma, explosiones verdaderamente violentas que todavía no entendemos del todo. La semana que viene veré a Alan para entrevistarlo sobre los detalles y te cuento todo.

miércoles, 24 de febrero de 2010

De revolutionibus

Tu revolución no es mi revolución y eso fue lo que vimos en clase la semana pasada. Según muchos, fuiste parte de un movimiento llamado La Revolución Científica, pero te apuesto a que ni lo sabías. Para empezar, en tu época el término revolución se utilizaba para hablar de un movimiento, como el de los astros en torno del Sol. Es por eso, por ejemplo, que el libro de Copérnico se llama Sobre la revolución de los cuerpos celestes.

Para nosotros revolución significa un cambio violento en las instituciones políticas o sociales, y algunos historiadores en el siglo XX decidieron etiquetar como revolución lo que le sucedió a la ciencia por ahí del siglo XVII. Ahora se discute mucho esta etiqueta*, por varias razones. Nadie duda que hubo un cambio, del cual incluso ustedes estaban concientes. Fue entonces que la naturaleza se empezó a estudiar de una manera diferente: mediante experimentos, utilizando instrumentos y apoyados en las matemáticas. Pero esta transformación fue todo menos violenta; tardó muchos años (varias generaciones) en ser asimilada. Al final de casi un siglo, prácticamente todos estaban de acuerdo, pero ese periodo está lleno de personas y sucesos que hoy no reconocemos como científicos, y que sin embargo fueron importantes para el proceso.

La discusión en clase sobre este tema estuvo muy buena. Había mucho que decir y todos le entraron. En cambio, en la clase de ayer prácticamente no pasó nada. Los alumnos tenían que leer una versión muy sencilla de tu biografía, la que escribió Stillman Drake para el Dictionary of Scientific Biography. Aline (que además de trabajar en el archivo es ayudante del curso) y yo les llevamos varios otros ejemplos de tus biografías. Con tanto material uno pensaría que no nos hubieran alcanzado las dos horas, ¡pero hasta sobró tiempo! Quizás se les dificultó la lectura, primera que les dejo en inglés.

*Shapin, S. (2000), La Revolución Científica. Una interpretación alternativa, Paidós, Madrid
Bowler, P. y I.R. Morus (2005), Panorama general de la ciencia moderna (capítulo 2), Crítica, Madrid.

martes, 16 de febrero de 2010

Telescopios, tallarines y tormentas*

El viernes por la mañana envié mi artículo a Venecia. Me quedé muy contenta hasta el lunes, cuando vi que la editora respondió pidiendo que le agregue fotos (que no había puesto porque, si recuerdas, tenía MUY poco espacio). En fin, es fácil de resolver.

Te pongo las conclusiones del ensayo (traducidas y muy compactadas) pues me parece que con eso te puedes dar una buena idea de cómo es lo demás:

Justo al final del siglo XIX, Ángel Anguiano dejó el Observatorio y con esto terminó el comienzo de la vida del OAN. El repaso de esos veintidós años iniciales nos permite ver la variedad y diversidad de los factores involucrados en la fundación y consolidación de este espacio para la astronomía mexicana. Para empezar, había un grupo de ingenieros geógrafos que conocían lo que estaba sucediendo en la astronomía de entonces y estaban interesados en sumarse a esa tarea. Aunque no fue al primer intento, finalmente lograron el apoyo necesario para que en 1878 México tuviera su Observatorio Astronómico Nacional. Esto sólo se logró porque hombres como Anguiano y Díaz Covarrubias supieron combinar sus intereses con aquellos del gobierno. Casi diez años después de fundado, y gracias al empeño de Anguiano por promoverlo, el Observatorio recibió una importante invitación a formar parte del proyecto internacional Carta del Cielo. De este modo, el nuevo siglo encontró al Observatorio con un flamante edificio, un buen proyecto y un nuevo director, Felipe Valle.

Lo que siguió es lo que me toca averiguar a continuación. Fue un buen ejercicio escribir este texto; además de ordenar lo que llevo hecho, me aclaró mucho de lo que me queda por hacer. Todavía me tengo que sentar a hacer una lista de archivos, artículos y libros que me falta consultar, y preguntas que quiero responder.

Pero antes de todo eso, me tomé el fin de semana completamente de descanso. Además de "cultivar mi propio jardín", preparé tallarines japoneses de varias maneras. Aline, que trabaja conmigo en el archivo histórico, fue a Japón el año pasado. Como antes de que se fuera le platiqué que me llaman la atención los puestos o pequeños restoranes de tallarines que aparecen en las novelas de varios de mis autores japoneses favoritos, me trajo algunos para probar. Hice unos gorditos (Udon) con sopa y otros rizados (Ramen) con verduras sofritas y me quedé con ganas de seguir experimentando.

Hoy vi a Aline, que leyó el artículo sobre el Observatorio, y me hizo notar una simpática coincidencia. La expedición mexicana que fue a Japón en 1874 para presenciar el tránsito de Venus llegó a Kanagawa, mismo sitio donde Hokusai pintó La gran ola de Kanagawa, ¡que aparece en una mascada que ella me trajo de allá!

*Título inspirado en el que quizá es mi libro favorito sobre mi obra favorita de Galileo: Drake, S. (1957), Telescopes, Tides and Tactics: A Galilean Dialogue about the 'Starry Messenger' and 'Systems of the World', University of Chicago Press, Chicago.

martes, 9 de febrero de 2010

Engañar tulipanes

El fin de semana me compré tres tulipanes rojos. La señora que me los vendió me dijo que hay que ponerles cubos de hielo en la tierra, para que duren más. Así que llevo desde el sábado engañándolos para que crean que están en Holanda y no en Coyoacán.

Entre acarreos de hielo, terminé de escribir el artículo sobre el Observatorio. El domingo, acelerada por la taza de café con leche que llevaba dentro, me pareció que quedó de lo más bien. Ahora está en manos de mi amigo Alan, que es Inglés, y me va a hacer el favor de revisarlo. Cuando me lo regrese te cuento algunas partes.

También preparé la primera clase de mi curso sobre las maneras en que se han historiado tu vida y obra. La semana pasada fueron las inscripciones y se anotaron una chica y 9 chicos. Hoy empezamos y como introducción vimos un texto sobre la historia de la ciencia*. La discusión estuvo muy buena, pero la verdad me imaginaba que iban a tener reacciones más fuertes acerca de lo que leímos. Se trata del primer capítulo, donde los autores exponen las diferentes maneras en que se ha contado la historia de la ciencia. Cuenta cómo ahora se estudia la ciencia como una actividad social, y las cosas que se pueden ver con esa mirada. Debe ser porque son jóvenes, que no les causó tanto escozor ver, por ejemplo, que los científicos no son héroes inmaculados.

*Bowler, P. y I.R. Morus (2005), Panorama general de la ciencia moderna, Crítica, Madrid.