Hace una semana me llamó Juan Manuel Valero, de Radio UNAM , para pedirme que le diera una breve entrevista acerca de ti. Está preparando una serie de cápsulas y me sugirió que hablara de algo no tan común, pues hay varios temas que ya están muy desgastados. Lo pensé un poco y decidí que le quería contar acerca de tu trabajo sobre las manchas solares.
En 1612, cuando tu amigo Mark Wesler te envió un tratado anónimo sobre las manchas solares, tú ya las habías observado, ¿verdad? Pero probablemente no habías pensado mucho en ellas. Fue sólo cuando leíste que aquél astrónomo proponía que se trataba de la sombra de planetas que pasaban muy cerca del Sol que te pusiste a trabajar sobre el tema.
Lo primero que hiciste fue observar y dibujar estas manchas durante dos meses. Sólo entonces te sentiste con la seguridad de defender tu hipótesis de que las manchas están en el Sol mismo. Fue sencillo descartar la propuesta del otro astrónomo, pues encontraste que las manchas cambian de tamaño y forma, algo imposible para un planeta. En cambio, apuntalar tu idea mismo fue un poco más complicado.
Partiendo de tus observaciones, diste tres argumentos basados en la idea de los cambios en la apariencia de una figura que se desplaza sobre la superficie de una esfera que rota. El primero era que las manchas aparecen delgadas por el oeste, se van haciendo más anchas conforme llegan al centro del Sol, y vuelven a adelgazar hacia la orilla este. Además, parecen moverse más despacio cerca de las orillas, y más rápido hacia el centro. Por último, la distancia entre dos manchas va creciendo hasta que llegan al centro y luego vuelve a disminuir.
Viendo todos tus dibujos en rápida sucesión se hace como una película donde se pueden ver mejor tus resultados.
Me parece que esa parte de tu vida es como un microcosmos, pues contiene todo lo necesario para entender la manera en que trabajabas y la importancia que tuvo tu entorno. Me gusta lo cuidadoso que fuiste, tanto para hacer tus observaciones como para explicar tus ideas*. Además, el entorno ya no era como al mero inicio cuando tenías la exclusiva del cielo, pues pronto hubo otros telescopios como los tuyos. Es muy interesante ver cómo te relacionaste con la comunidad de astrónomos, comparando y discutiendo resultados. Y la ciencia hoy sigue siendo esa combinación de observación (o experimento), interpretación y discusión.
*Una parte de Historia y demostraciones sobre las manchas solares viene al final del libro: Galileo - Kepler (2007), La gaceta sideral – Conversación con el mensajero sideral, Alianza, Madrid.
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