jueves, 19 de agosto de 2010

La influencia de los astros

A pesar de todo el trabajo que hacemos los astrónomos para convencer a los demás de que la posición de los astros no influye en el destino de los seres humanos, el efecto del planeta Venus en el nacimiento de la astronomía profesional mexicana demuestra lo contrario. Ve el artículo que escribí sobre el tema para el blog Historia de la Astronomía y dime qué te parece.

viernes, 13 de agosto de 2010

Serendipia archivológica

El trabajo de organización del Fondo Observatorio Astronómico Nacional va viento en popa. A finales de este mes todo (menos las hojas y cuadernos de cálculos) estará catalogado y ordenado de tal modo que se puede consultar con mucha facilidad. Todavía falta la fase de descripción, que resultará en un catálogo detallado, pero eso tendrá que esperar, pues Aline y Carlos se van.

Mientras tanto, junto con otra estudiante, Liliana, he comenzado a organizar algunos archivos del Instituto de Astronomía que son más pequeños y contienen documentos de un periodo más reciente, que no está representado en el FOAN (los 70s y 80s del siglo XX). En mayo empezamos con el Fondo Harold Johnson que consiste en aproximadamente 4 cajas (un poco más grandes que revisteros) con correspondencia y planos para la construcción de instrumentos. Estos documentos reflejan algo del trabajo que hizo este estadounidense en su estancia en México. Johnson trabajó especialmente en el telescopio de 1.5m de diámetro de San Pedro Mártir, que llegó a México gracias a él.

Empezamos por limpiar los documentos, luego los organizamos en expedientes, y finalmente hicimos un catálogo con la descripción del contenido de cada expediente. Nos resultó muy bueno trabajar primero con este fondo pequeño (con sólo 20 expedientes), pues así pudimos ir entendiendo (¡o inventando!) los pasos del proceso.

Ahora estamos felizmente sumergidas en el conjunto de documentos que pertenecieron a Robert Noble, otro estadounidense que trabajó en el IA por esos años. Este fondo es mucho más grande, tiene aproximadamente 200 expedientes, y pensamos que nos iba a tomar muchísimo tiempo organizarlo. Sin embargo, para nuestra gran fortuna, Noble era un hombre muy ordenado, y dejó todo en carpetas etiquetadas por temas. Además, Paco Cobos y Carlos Tejada -ópticos del Instituto- conservaron los documentos con mucho cuidado.

Para hacer todo este trabajo, el IA nos prestó una oficina que por el momento no se está utilizando. Como el Fondo Robert Noble es grande, Liliana tuvo que vaciar un archivero para hacer espacio para las carpetas con documentos mientras los organizamos. Ahí encontro, así nomás, un conjunto de documentos que pertenecieron a Claudio Firmani, un compatriota tuyo que trabajó mucho tiempo en el Instituto y ahora ya está de vuelta en Italia. Firmani estuvo involucrado, junto con Gianfranco Bisiacchi, en el desarrollo de un detector llamado MEPSICRON y estos pocos papeles tienen que ver con ese proyecto.

Me encantó encontrar esos documentos, pues confirman mi sospecha de que cada oficina tiene un pedacito de la historia del Instituto. En octubre haremos un coloquio para mostrarle a los astrónomos lo que llevamos avanzado e invitarlos a que cada quién contribuya con una parte y así podamos armar un archivo de un periodo sobre el cual hay muy poca documentación. Juntos tendremos que pensar qué queremos resguardar, y cómo.

jueves, 12 de agosto de 2010

¿Para quién escribió Galileo?

Encuentro con gusto que ya salió un artículo mío en la revista Elementos. Se trata de un texto que escribí para la serie de mesas redondas Galileo y Darwin: 400 años de herejías el año pasado, y que finalmente encontró, como diría Aristóteles, su lugar natural. Se llama "¿Para quién escribió Galileo?" y en él hago una relectura de cosas muy conocidas sobre tu vida, pero desde un punto de vista novedoso. Separando en tres etapas tu vida (matemático y profesor, filósofo en Florencia, filósofo "free-lance"), reviso la comunicación que sostuviste a través de una variedad de medios (clases, conferencias, debates, cartas, manuscritos, libros) con un muy diversos interlocutores (astrónomos, filósofos, cortesanos) y con propósitos también variados.



Te pongo mis conclusiones esperando que se te antoje ir a ver cómo llegué a ellas:

Galileo escribió para sí mismo, para sus estudiantes y colegas, para sus mecenas y contra sus enemigos. Sin proponérselo, también escribió para un público más amplio de su tiempo y para todos nosotros. A través del conjunto de sus documentos, nos ha dejado un detallado retrato de la Italia que le tocó vivir. Vemos las instituciones y sus tradiciones, las profesiones y sus prácticas, las personas y sus intereses. Y, dentro de este contexto, hemos podido constatar la importancia de las diversas formas de comunicación en el quehacer de eso que hoy llamamos ciencia.

miércoles, 11 de agosto de 2010

Cometas con chocolate

En julio estuvieron en el D.F. Mary y Enoc, los cosmonautas del camioncito llamado Cometa. Ya nos habíamos escrito un par de veces, y aprovechamos para conocernos en persona y hacer un trueque de nuestros respectivos productos (película por libros). Nos vimos una de esas lluviosas mañanas y platicamos mientras tomábamos un necesario chocolate caliente. Me contaron con detalle la historia de sus viajes por todo México para divulgar la astronomía y de cómo éstos llegaron a ser, además, un documental. Fue un placer verlos y una inspiración oir su fabuloso plan de retiro. Acá te pongo la foto que me envió Enoc.

lunes, 2 de agosto de 2010

De Cavorita y Selenitas

Acabo de terminar de leer Los primeros hombres en la Luna, de H.G. Wells y me encantó. Del mismo autor ya había leído La máquina del tiempo y La guerra de los mundos, pero este es mucho mejor.

Trata de un científico, el señor Cavor (pequeño, gordito, desgarbado y distraído), que está intentando hacer un compuesto que sea opaco a la gravedad del mismo modo que una pared es opaca a la luz. Inicialmente su interés es puramente teórico, pero más adelante se le ocurre hacer una esfera cubierta de ese material, llamado Cavorita, para así escapar la atracción de la Tierra e ir a la Luna. En este increíble viaje lo acompaña el señor Bedford (joven, emprendedor, fracasado y oportunista).

El libro contiene muchas ideas de física y biología, pero están bien integradas a la narración de modo que en ningún momento atosiga ni confunde. De física, me gustaron las descripciones del ambiente libre de gravedad dentro de la esfera, y de la libertad de movimiento allá en la Luna donde uno pesa 1/6 de lo que pesa acá. De biología, la flora que puede vivir en aquellas condiciones extremas, y los Selenitas que –por lo mismo- viven en el interior de nuestro satélite.

Obviamente hoy ya sabemos muchas de las cosas que Wells tuvo que imaginar en 1901, así que para apreciar su libro tenemos que ponernos en su lugar. Es interesante, además, saber que lo escribió después de -y en respuesta a- De la Tierra a la Luna de Julio Verne.