sábado, 24 de abril de 2010

De la jaula al laberinto


Antes de que se acabe abril, intentaré ponerme al corriente contigo. En Semana Santa me fui (bueno, me quedé) de vacaciones y leí muchísimo. Por un lado, terminé el divertidísimo audiolibro The Screwtape Letters, de C.S. Lewis, al que llegué después de leer su conmovedor A Grief Observed. De niña leí todos sus libros de aventuras y fantasía, y no sabía que también escribió esto otro. Aunque no comparto en absoluto su perspectiva desde la religión, me deleité en su sentido del humor en la primera obra y me sorprendí por la profundidad y claridad de su introspección en la segunda. Seguro que buscaré otras obras suyas.

Como planeaba, leí el ensayo sobre la mexicanidad de Roger Bartra, La jaula de la melancolía. Disfruté tanto la forma como el contenido. Me abrió los ojos acerca de muchas cosas que no había pensado y, mejor aún, me dejó con muchas preguntas sin contestar. Al inicio de este texto publicado en 1987, el autor se hace una pregunta que es especialmente pertinente en este año de celebración tricentenaria:

¿Vamos a entrar en el tercer milenio con una conciencia nacional que es poco más que un conjunto de harapos procedentes del deshuesadero del siglo XX, mal cosidos por intelectuales de la primera mitad del siglo XX que pergeñaron un disfraz para que no asistamos desnudos al carnaval nacionalista?

Me quedo con ganas de leer muchas de las obras que cita Bartra, entre ellas El laberinto de la soledad de Octavio Paz. Es otro de esos que está aquí, en una repisa, esperando a que le toque su turno.

El libro de Tufte, en cambio, simplemente no me agarró y creo que se debe a que este gran autor empieza a repetirse. ¿Cómo hacer para evitarlo, para conservar esa "beginner's mind" de la que habla Suzuki? Una manera que se me ocurre es dejar del lado el tema viejo y empezar con uno nuevecito. Otra, un poco más difícil, sería abrirse para dejar entrar otros puntos de vista a nuestro trabajo.

Y después de ese brevísimo descanso, volví a ser engullida por el remolino de juntas-fechas límite-clases-artículos-dictámenes-seminarios del cual me asomo hasta hoy para escribirte. La última novedad de trabajo es que estoy organizando un pequeño archivo sobre una parte más reciente de la historia de la astronomía en México. Se trata de los (pocos) documentos que nos quedan del astrónomo estadounidense Harold Johnson, quien trabajó en el OAN en la década de los 70's. Gracias a Salvador Cuevas, conservamos algunas cartas y diagramas de instrumentos que están en tan mal estado, que hay que empezar por limpiarlos. Estoy haciendo esto en el Instituto de Astronomía, y el martes salí de ahí empanizada de polvo y quién sabe qué otras cosas. Cuando haya avanzado un poco más, te platico.

Sobre mi curso en la Facultad de Ciencias en el que estamos revisando la historia de tu vida y obra, sólo te puedo contar que me quedan algo así como 1.5 estudiantes. Esto no es porque lleguen al salón fragmentos de personas, sino porque la población es muy variable. Para la explicación de este curioso fenómeno también tendré que hacer algún promedio, pues oscilo entre flagelarme por incompetente y despreciarlos por holgazanes.

domingo, 11 de abril de 2010

Otra noche de estrellas

Creo que ya te lo había comentado: uno de los mejores resultados del Año Internacional de la Astronomía es que muchas de las actividades que se iniciaron entonces se van a seguir haciendo.


Dado el gran éxito que tuvo la noche de las estrellas de 2009, se prepara una nueva para este año. Será el sábado próximo, 17 de abril, en muchas sedes por todo el país. Puedes ver los detalles en:


http://www.nochedeestrellas.org.mx/estrellas_2010/

domingo, 4 de abril de 2010

Mes de poemas

Como recordarás, abril es un mes de poemas. Gracias al programa Poem a Day de la editorial Knopf, todos los días de abril encuentro un poema en mi buzón. El de ayer es parte del libro Where's the Moon, There's the Moon de Dan Chiasson, y me parece muy apropiado para volver al trabajo:

Next

If you can orbit the planet, why can't you see
what makes the human heart happy?
Is it art or is it sex?
Or is it, as I suspect, just keeping going

from next thing to next thing
to next thing to next thing
to next to next to next to next
pulsating stupidly to outlast time?