sábado, 28 de febrero de 2009

Esquizofrenia

En general me va muy bien tener dos personalidades en el trabajo. Cuando me saturo de la divulgación, me paso a la historia de la ciencia por un tiempo y así la voy llevando. Hoy me gustaría que cada una de ellas aportara la energía de una persona completa al sistema que formamos.

Llegué esta mañana de Toluca, tras dos días intensos en el Coloquio Nacional de Estudios Sociales de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación, para encontrar la confirmación de mi participación en una mesa redonda* sobre ti , ¡el lunes!

El Coloquio surgió de la idea de Antonio Arellano de reunir a poco más de una docena de personas que estudiamos ciencia, tecnología e innovación desde una diversidad de disciplinas. Su invitación era para que compartiéramos el estado actual de nuestra área, así como nuestras experiencias y propuestas en la formación de grupos y jóvenes. El conjunto de las exposiciones formó un interesante mosaico de temas y acercamientos.

Y ahora, en menos de 48 horas, debo estructurar una breve conferencia que creo que llamaré “Galileo y sus públicos”. Se trata de un tema que puse a macerar hace algún tiempo, y que pronto convertiré en un artículo para la revista Ciencias.

Hay muchas maneras de contar tu historia. Algunos se concentran en el trabajo puramente intelectual que te llevó a los resultados en astronomía y física. Otros están más interesados en la parte más técnica de los experimentos y los instrumentos.

Lo que yo quiero hacer es revisar los trabajos de los historiadores que han puesto especial atención en tus interacciones con otros. Mostraré las distintas relaciones que tuviste (familiares, políticas, académicas, laborales) para enfatizar la importancia del entorno en el desarrollo de tu trabajo.

Los otros dos invitados son Pepe Marquina y Rafael Martínez. Supongo que Pepe hablará sobre tu trabajo en el área de la física, y Rafael sobre óptica y el acto de mirar a la naturaleza. Seguro que será muy interesante compartir nuestras ideas en la Facultad de Ciencias.

*Lunes 2 de marzo a las 13:00, Auditorio Alberto Barajas de la Facultad de Ciencias.

viernes, 20 de febrero de 2009

Semejanzas y diferencias

¿Te acuerdas que te conté que este año también estamos festejando al naturalista inglés del siglo XIX, Charles Darwin? Bueno, pues la semana pasada fue su cumpleaños número 200 y  hubo varias celebraciones.

Entre otras cosas, me tocó escuchar una serie de entrevistas sobre el tema y me llamó especialmente la atención cuando le preguntaron a varias personas qué piensan que tienen en común Galileo y Darwin. Todas las respuestas se fueron por dos caminos: que ambos plantearon resultados controversiales (especialmente con respecto al dogma de la Iglesia de su época), y que sus resultados cambiaron nuestra manera de entender al mundo y nuestro lugar en él. 

Para mi gusto, Darwin y tú comparten otras dos cosas que son bien importantes. Como me quedé con las ganas de expresar mi  opinión al respecto, te la pongo aquí ahora.

Por un lado está el hecho de que ambos, en sus respectivas disciplinas, introdujeron nuevas maneras de estudiar a la naturaleza. Cuando usaste el telescopio para mirar y las matemáticas para interpretar, estabas innovando. Y lo mismo se puede decir del modo en que Darwin construyó sus argumentos sobre la evidencia de la transformación en los seres vivos a lo largo del tiempo.

La otra cosa que según yo comparten es su estilo personal de investigar y reportar sus resultados. Ambos tuvieron mucho cuidado de recopilar abundantes pruebas antes de comunicar sus respectivas novedades. Y también pusieron mucha atención en la manera de escribir sus resultados.

Y ya que estamos en comparaciones, aprovecho para saldar una deuda contigo: te platico sobre las diferencias que veo entre Kepler y tú. Varias veces este año me han preguntado por qué no estamos celebrando también a Johannes Kepler, si justamente se cumplen 400 años de la publicación de su libro Astronomía Nova. 

La diferencia entre ambos tiene que ver tanto con la forma como con el contenido de sus obras. En 1609 Kepler reportó resultados muy especializados con matemáticas difíciles de entender excepto para unos pocos expertos. Tú, en cambio, hiciste dibujos que todo el mundo podía comprender (y hasta llegar a ver, si conseguían un buen telescopio). Además, claramente él escribía para sí mismo y muchas veces se perdía en su soliloquio. Por tu parte, tú tuviste cuidado de que tus textos fueran comprensibles para el mayor número posible de personas. 

Resulta interesante constatar que existen diferentes personalidades científicas que pueden influir en el tema que se escoge, el modo que se aborda la investigación y la forma en que se reportan los resultados.

jueves, 19 de febrero de 2009

Renacimiento

Para tener una sensación de cómo era tu mundo, hace poco leí un pequeño libro sobre el Renacimiento, The Story of the Renaissance.* Lo disfruté mucho y creo que ahora entiendo mejor algunas cosas.

El autor revisa los cambios que se empezaron a dar en todos los ámbitos en Europa alrededor de 1400. Nos cuenta que todo esto comenzó en Italia y luego se fue percolando hacia el norte a través de los Alpes. Menciona algunos hitos, como la invención de la imprenta por Gutenberg, el descubrimiento de América y el rescate de las culturas antiguas de Grecia y Roma. Recorre varias veces el periodo que abarca lo que ustedes llaman el quatrocento y el cinquecento mirando aspectos particulares como la filosofía, la religión, la educación, y finalmente llega a la parte que más me gustó, los cambios en el arte.

Para mí fue revelador el modo en que la transformación que se dio en la pintura italiana refleja lo que estaba sucediendo en otros campos. Después de siglos, se logró cierta independencia de la Iglesia para la producción del arte y los pintores salieron del anonimato. De la antigüedad se recuperó la admiración por el cuerpo humano y la naturaleza, y en una búsqueda por representarlos fielmente, se introdujo el uso de la perspectiva. Además, la invención de la pintura al óleo permitió hacer cuadros pequeños, baratos, originales.

Entendí que los cambios sociales, intelectuales y materiales permitieron una mayor libertad en la forma y el contenido del arte. Mirando el cambio que se ve, por ejemplo, entre la Madonna de Cimabue (ca. 1290)


y el retrato de una joven hecho por Boticelli en 1480,


me parece que se asemeja a la transformación que hubo entonces en nuestro modo de entender el universo.

*Hudson, W.H., The Story of the Renaissance, Blackstone Audiobooks.

sábado, 14 de febrero de 2009

Un punto

Naturalmente que estábamos todos allí –dijo el viejo Qfwfq-, ¿y dónde, si no? Que pudiese haber espacio, nadie lo sabía aún. Y el tiempo, ídem: ¿qué queréis que hiciéramos con el tiempo, allí apretujados como sardinas?

He dicho “apretujados como sardinas”, así, por usar una imagen literaria: en realidad no había espacio ni siquiera para estar apretados. Cada punto de cada uno de nosotros coincidía con cada punto de los puntos de los demás en un punto único que era aquel donde estábamos todos.

Así empieza “Todo en un punto” uno de mis cuentos favoritos de uno de mis autores favoritos (y compatriota tuyo), Italo Calvino. Lo recordé ayer por la tarde (en el tráfico, en viernes de quincena) porque así siento esta megalópolis en la que insisto en vivir. Pero en realidad el cuento no trata de eso.

Calvino disfrutaba mucho de leer acerca de la ciencia y, cada tanto, algo de lo que leía le disparaba la imaginación y escribía un cuento. Después de algún tiempo, bautizó este tipo de cuentos como cosmicómicas y los reunió en un libro* fabuloso.

“Todo en un punto” cuenta la historia del universo desde el punto de vista de aquellos que estuvieron ahí al mero inicio. Aunque se trata de literatura, para mi gusto es uno de los mejores acercamientos a la teoría que hoy llamamos “La gran explosión” porque nos deja una sensación de cómo debió de ser el proceso.


Para que disfrutes el cuento, te explico un poco de lo que sabemos hoy sobre el origen del universo. A principios del siglo XX, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble estaba estudiando los espectros de la luz que viene de las galaxias y descubrió que se están alejando unas de otras. A partir de entonces hemos ido desentrañando el misterio del inicio y desarrollo de todo.


A muy grandes rasgos, lo que dice esta teoría es que en un inicio todo lo que hoy conocemos estaba concentrado en un solo punto. Luego hubo una gran explosión y conforme el universo iba creciendo, también se iba enfriando. Con el tiempo se pudieron formar los átomos, que se concentraron en nubes y formaron estrellas y galaxias, hasta llegar a lo que hoy conocemos.

En el mismo libro vienen otros cuentos que tratan sobre astronomía que te platicaré más adelante.

*Calvino, Italo (2007), Todas las cosmicómicas, Siruela, Madrid.

lunes, 9 de febrero de 2009

Los hijos de Galileo

Hace diez años se publicó un libro de divulgación sobre tu vida que tuvo mucho éxito. Se llama La hija de Galileo* y se centra en las cartas de tu hija Sor María Celeste que aún se conservan (¡tus respuestas se perdieron!). Está muy bien escrito y resulta entrañable saber lo que te gustaba comer o cómo disfrutabas cuidar de tu jardín. Pero a tus otros dos hijos Sobel les dedica cuando mucho un par de líneas.

Puesto que la primera carta que se conserva es de 1623, Sobel pasa rápido por todo lo anterior de tu vida. Ahí menciona a tu amante, Marina Gamba, y el hecho de que tuviste tres hijos ilegítimos con ella. Cuenta que las dos niñas entraron juntas al convento cuando eran muy pequeñas, y no volvieron a salir.

La parte principal del libro se dedica a ver con detalle los últimos once años de la vida de Celeste, para terminar con los seis que la sobreviviste. La imagen resultante es de que tenías una relación muy cercana con la mayor de tus tres hijos, pero yo no puedo evitar preguntarme si siempre fue así y cómo eran los otros dos.

En busca de respuestas regreso a una de las biografías que te había comentado, The private life of Galileo. Parece que Sobel sacó de aquí su idea para La hija..., pues todo este libro está basado en cartas, y no sólo las de Celeste. Encuentro que, en efecto, hay poca información sobre Sor Arcángela y Vincenzio.

De Arcángela, un par de años menor que Celeste, sabemos principalmente a través de las cartas de su hermana. A veces manda saludos y otras, pide cosas. Pero más que nada se ve que era delicada y enfermiza, cosa frecuente en el convento.

Sobre el más pequeño, Vinzencio, sabemos sólo por las cartas de otros. Por ejemplo, vivió en casa de Castelli mientras estudiaba en la Universidad de Pisa. Al parecer no era el mejor de los inquilinos, pues las cartas de Castelli están llenas de quejas. De lo que alcanzo a ver, era como tu hermano, nunca le agarró el gusto a trabajar y siempre fue una fuente de preocupación para ti.

Lo que sigue, por supuesto, es buscar entre las cartas contenidas en Opere di Galileo. Ya te contaré lo que encuentre ahí.


*Sobel, D. (1999), La hija de Galileo, Debate, Madrid.

domingo, 8 de febrero de 2009

Ideología y ciencia

En este momento estoy asesorando dos trabajos de tesis de licenciatura. Ambos estudian una parte de la historia de la divulgación de la ciencia en México y ahí terminan sus semejanzas.

Javier es estudiante de la carrera de historia. Está a punto de terminar un trabajo muy bonito sobre la astronomía que apareció en la prensa nacional entre los años de 1920 y 1930. Sus fuentes de información fueron algunos documentos del Fondo Observatorio Astronómico Nacional y los periódicos Excelsior y Universal.

Ezequiel es estudiante de la carrera de física. Va más o menos por la mitad de un estudio sobre la manera en que se divulgaron los temas de física en la revista Naturaleza que dirigió Luis Estrada en los 70’s y 80’s. Su información viene de la revista misma y en breve la completará con algunas entrevistas.

Con ambos he platicado sobre el modo en que la ideología está integrada en el quehacer de la ciencia, igual que en cualquier otra tarea humana. Dadas sus formaciones tan diferentes, sus reacciones ante este tema son diametralmente opuestas y por lo mismo muy interesantes.

Como estudió en la Facultad de Ciencias, Ezequiel conoce bien tus aportaciones a la ciencia y la relevancia que éstas tienen. En cambio, antes de empezar su tesis no había reflexionado acerca del hecho de que este conocimiento es producido por personas de cierta época, que forman parte de grupos con intereses, insertados en una sociedad.

Viniendo de la Facultad de Filosofía y Letras, Javier no tiene ningún problema con aceptar todo lo anterior. Lo que es más novedoso para él es que, además de estar hecha por individuos y grupos con ideologías e intereses, la ciencia produce conocimiento acerca de la naturaleza que es objetivo y verificable.

En ambos casos me ha servido mucho platicarles acerca de ti. Les explico tu educación para que vean cómo tu exploración de la naturaleza era compatible con tu creencia en Dios. Describo la sociedad en que vivías y así entienden por qué promoviste tu trabajo dentro del esquema de la sociedad cortés. Pero además les cuento el modo sistemático en que realizaste tu experimentos y observaciones para que otros los pudieran entender y reproducir. Y repaso con ellos las formas en que comunicaste y debatiste tus resultados entre la comunidad de expertos de esa época.

Espero haberles mostrado que la ciencia es como cualquier otra tarea en tanto que está inserta en la sociedad; pero es distinta porque produce conocimiento objetivo y reproducible sobre la naturaleza.

viernes, 6 de febrero de 2009

Hay que saber llegar

Hace unas semanas se dijo en las noticias que un inglés había hecho dibujos de la Luna vista por el telescopio antes que tú y se sugirió que es a él a quien debiéramos estar celebrando este año. Yo pienso que no porque entonces no las dio a conocer y no fueron sus observaciones las que transformaron nuestra visión del universo.

Es un hecho que Thomas Harriot apuntó su telescopio hacia nuestro satélite meses antes que tú, en agosto de 1609, e hizo este dibujo:


Más tarde, entre 1610 y 1613 hizo otros más:










Se dice que en ellas se pueden ver muchos de los detalles que ahora conocemos, como cráteres y "mares". Pero me parece que ninguna es tan clara como las tuyas, que además venían acompañadas por descripciones y explicaciones con las cuales pudimos empezar a asimilar la sorprendente noticia de que la Luna tiene chipotes.










Además de poner éstas en tu libro Sidereus Nuncius* en marzo de 1610, tuviste cuidado de que éste se repartiera por toda Europa para que las novedades se conocieran y discutieran. Y fuiste tú quien dio la cara cuando muchos estuvieron en desacuerdo.

Tanto entonces como ahora, en la ciencia no basta con llegar primero. Los resultados se tienen que explicar, difundir y defender. De otro modo no forman parte del proceso colectivo de construcción del conocimiento sobre la naturaleza.


*Galileo - Kepler (2007), La gaceta sideral – Conversación con el mensajero sideral, Alianza, Madrid.

lunes, 2 de febrero de 2009

Todo cambia

Gracias a un delicioso puente de tres días, sigo leyendo tus Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo: tolemáico y copernicano. Por el momento, lo que más estoy disfrutando es la manera en que reconstruyes un ambiente de discusión. Tus tres personajes realmente explican, dudan, preguntan, responden y rebaten.

En la parte que acabo de leer me llama la atención cuán asimilado tienes el hecho de que las cosas, todas, pueden llegar a cambiar. Hasta ahora me he ido bien despacito a la hora de explicarte lo que sabemos hoy sobre las transformaciones en el universo porque no quería atosigarte. Pero después de leer la manera en que Salviati rebate con ejemplos y argumentos la perfección y permanencia de los cuerpos celestes del dogma aristotélico, más bien siento que sería difícil sorprenderte.

Quizás la razón por la que he tenido tanto cuidado es porque me estaba imaginando al Galileo de 1610. Entonces acababas de descubrir todas aquellas novedades y quizás pensabas más como tus contemporáneos. Mirando las obras principales que publicaste desde entonces hasta los Diálogos... , me parece ver que tú también cambiaste, y mucho.

En Sidereus Nuncius (1610) predominan dos cosas: la maravilla y la evidencia visual. Prácticamente en cada renglón podemos oír cómo exclamas por otra cosa nueva. Pero además, a cada paso muestras lo que viste mediante tus dibujos. Tu forma de reportar lo que habías encontrado era natural para un matemático que sabía geometría y perspectiva.

Tus tres cartas sobre las manchas solares (1613) todavía se parecen en algo al Sidereus, pero empiezan a aparecer más argumentos verbales junto con los visuales: ahí se ven juntos al Galileo matemático (más práctico) y al filósofo (teórico).

Para cuando publicas El ensayador en 1623 yo siento que eres otro. Has dejado atrás los dibujos para pasar de lleno a la argumentación. Además aquí ya oímos completamente formada tu voz como autor, con una excelente prosa y esa ironía deliciosa.

Ya en los Diálogos... es difícil oír al Galileo matemático. Para mí, ésta es ya una obra muy filosófica.

Lo que creo que he presenciado al leer tu obra en orden cronológico es un proceso de maduración de tu “personalidad científica”. Además de esto, según Mario Biagioli, estos cambios se debieron a tu adaptación a la sociedad de la corte en la que te desenvolviste. Al menos así es como lo entendemos hoy.